El título de esta columna es simple y responde a la sabiduría popular. Es imposible, o muy tedioso por demás, desarrollar varios frentes de trabajo al tiempo. Siempre se termina descuidando alguno y, al final, todo queda regular. O incluso muy mal.
Sin entrar a la minucia jurídica ni mucho menos en las explicaciones técnicas que terminan enredando la madeja, en Santa Marta vivimos una ingesta de obras. Un ejercicio que es defendido y -ni más faltaba- por varios sectores de la ciudadanía alegando que este sí es el momento de las acciones (desconociendo lo que pudo hacerse en el pasado). Pero un tramo de pavimento no se alcanza a terminar cuando ya, en otro frente, comienza el festival de la 'mona'.
Las obras implican traumatismos, claro está, pero lo ideal sería causar los menos posibles en una ciudad que se caracteriza por brindar una calidad de vida superior que las grandes capitales, atestadas de vehículos y con trancones insufribles. Un ejemplo reciente, aunque ya -lentamente- se ha ido superando son las obras de la carrera 19. Durante su ejecución (a la cual todavía le falta), se volvió un ejercicio de paciencia llegar al lugar de destino. A eso se le suma que, sin esperarlo, se inicie el reparcheo de algún sector de la Avenida del Libertador.
Otras vías, como la Avenida del Ferrocarril en el cruce de la Avenida del Río resienten los trabajos porque se atestan de automóviles que en hora pico ralentizan el tráfico. A esto hay que sumarle los comercios que rondan las obras, que ven mermados sus ingresos mientras todo sigue su curso y no termina.
Alterno a esto, el fantasma de una obra inconclusa, la carrera 22, sigue latente. En algunos puntos de la Avenida del Ferrocarril (más exactamente a un lado del Instituto La Milagrosa) sigue el bloqueo por una vía sin terminar y llena de maleza que se apodera de lo que debería ser una calle óptima para su tránsito. Todo observado por un samario, desde un automóvil, bus, taxi o moto, que acostumbrado a un tráfico más fluido, debe sorprenderse todos los días con un nuevo 'monazo'.
Hasta que no culminen todo (como también cuando concluyan los puestos de salud, la mega biblioteca, el Parque del Agua, el centro infantil de Bonda...) no debería apelarse nuevamente a la 'mona' en las calles para generar otro frente de trabajo. Esta ciudad padece el trauma de un cúmulo de obras al tiempo en silencio para no ser tildados de oposicionistas al tan mentado progreso. Ni oposicionistas ni entusiastas de ‘todo al tiempo’. De lo que muchos samarios son partidarios es de terminar una vía, bien hecha, en los tiempos previstos y con el presupuesto planteado inicialmente, para luego empezar otra. Eso es construir calidad de vida.
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