¡Detengamos el tren del odio y la violencia que quiere borrar del mapa político a Pablo Vera!

No es un secreto que varias personas pretenden expandir a todas las instituciones de derecho público del departamento su modelo de gestión, las discrepancias con esa orientación administrativa y su voluntad para manifestarlo públicamente, han convertido al doctor Vera Salazar en la diana hacia la cual apuntan las agresiones de todo un ejército por ahora virtual, del que se ha sabido por la prensa, se financia con dinero público y también privado.
Desde el desmembramiento del Congreso por cuenta del fenómeno criminal conocido como la Parapolítica, o quizá antes, quienes ocupan hoy los escenarios políticos y administrativos en el Departamento del Magdalena arrastran la pesada carga de la corrupción, el clientelismo y la vinculación con actividades delictivas de otra índole, que no hay duda, dejan mucho que desear de ellos: los que dirigen las riendas del departamento y todas las entidades estatales con influencia e impacto directo en la sociedad.
El ejercicio de la política y la administración pública, referida esta no solo a los cargos de elección popular, sino a todas aquellas entidades y dependencias necesarias para suplir las necesidades del ciudadano y cumplir con los fines constitucionales del Estado, se ejecuta muchas veces a espaldas de la comunidad y de los organismos de control, para obtener beneficios particulares y extendiéndolo hasta sus círculos más íntimos de colaboradores, realidad de a puño, que se ha visto suavizada y distorsionada por la prensa.
Estos personajes que se dedican al proselitismo político y a la estructuración de movimientos y grupos significativos de ciudadanos, han patentado un estilo de persuasión del votante poco ortodoxo: un discurso barriobajero lleno de odio y segregación orientado más a la deslegitimación del contradictor, que a la verdadera búsqueda de consenso y armonía social.
Los ataques inmisericordes contra la dignidad y la honra de todos aquellos que les son incómodos, es desde hace mucho tiempo el modus operandi de varios actores políticos, que ven como lentamente surgen nuevos liderazgos con capacidades y proyección suficiente para restarles poder y protagonismo. En lo que va de este año, la opinión pública del Magdalena ha sido testigo de innumerables batallas dialécticas que enfrentan en la radio, los periódicos y redes sociales a viejos contendores.
Tales polémicas se caracterizan por su tono fuerte y por sus acusaciones delictuales de doble vía, que, a pesar de muchas veces ser ciertas, no trascienden. Varios medios de comunicación han hecho de estos dimes y diretes la fuente primaria de sus artículos y reportajes, evidenciando la poca importancia que sus directores le dan a los lectores y a los cánones que rigen el ejercicio del periodismo, degenerando en canales masificadores de discursos que destruyen el tejido social, obviamente, recibiendo dinero.
Científicos sociales han denominado discurso de odio a todo ataque sistemático a una persona o a un grupo de personas de distinta raza, sexo, religión, orientación sexual y política, con la intención manifiesta de destruir su reputación y valía como sujeto de poder político.
Autores como Eduardo Bertoni nos explican en detalle, con referencias históricas de qué se trata este fenómeno que se ha extendido a lo largo de la aldea global por cuenta de las redes sociales y la globalización: “los discursos de odio pueden definirse tanto por su intención como por su objetivo. Con respecto a la intención, el discurso de odio es aquel diseñado para intimidar, oprimir o incitar al odio o a la violencia [...] Históricamente, los discursos de odio no han tenido límites temporales o espaciales. Fueron utilizados por los oficiales nazis en Alemania y por el Ku Klux Klan en Estados Unidos, así como por una amplia gama de actores en Bosnia durante los años noventa y en el genocidio en Ruanda en 1994”.
La literatura universal da cuenta de las acciones que siguieron a la popularización y penetración de los discursos de odio en los momentos históricos que referencia Bertoni; los libros también están ahí en todos los idiomas y extensiones para exponer de forma descarnada, como Roberto Rosellinni en sus películas, los resultados nefastos de dichas acciones. Omitiré, por ser de dominio público, la fecha de ocurrencia y el nombre de víctimas de acciones criminales movidas por discursos de odio y desprestigio sistemático en el Magdalena.
Hoy que algunos actores, enmohecidos por sus acciones poco éticas en el ejercicio administrativo y de poder han salido o están disfrutando su último momento en el escenario, para darle paso a ideas frescas y conciliadoras que empiezan a dar resultados y posicionarse con fuerza de cara al futuro, los ataques inmisericordes desde distintos frentes a la persona y el trabajo de esos nuevos líderes se intensifican con la intención malsana de minar su camino hacia otros estadios de poder y liderazgo.
Pablo Vera Salazar, el carismático y comprometido Rector de la Universidad del Magdalena, quien gracias a un trabajo formidable al frente del alma mater ha logrado posicionarse como uno de los personajes más importantes del departamento, con un alto grado de reconocimiento y una imagen positiva [envidiable por cualquier actor político], viene siendo víctima de ataques y persecuciones en redes sociales.
No es un secreto que varias personas pretenden expandir a todas las instituciones de derecho público del departamento su modelo de gestión, las discrepancias con esa orientación administrativa y su voluntad para manifestarlo públicamente han convertido al doctor Vera Salazar en la diana hacia la cual apuntan las agresiones de todo un ejército por ahora virtual, del que se ha sabido por la prensa, se financia con dinero del erario y también privado.
Imposible pensar que un trabajador incansable como Pablo Vera pueda ser maltratado de esa manera con la intención manifiesta y malsana de frenar su avance y posicionamiento en las esferas políticas y de poder electoral.
Hasta ahora es muy poco lo que ese plan perverso ha logrado, pues, los hechos hablan por él: al inicio de la pandemia entregó personalmente computadores a algunos alumnos en poblaciones apartadas de Santa Marta para que pudieran asistir a clases virtuales; suprimió la metodología de calificación numérica como valoración para las cátedras de la universidad; visitó casa a casa a los nuevos profesionales para entregarles su diploma y felicitarlos por su gran logro; consiguió, después de mucho esfuerzo que el Instituto Nacional de Salud reconociera y habilitara el Laboratorio de Biología Molecular para procesar muestras de Covid-19; hace unos días, consiguió con Asbama 100 mercados para los alumnos más pobres de la Universidad del Magdalena, podría seguir, pero no quiero extenderme en este punto, porque las capacidades de gestión y administración del doctor Vera Salazar son evidentes y cualquiera las puede notar.
Estados Unidos vive hoy una crisis social de dimensiones gigantescas por cuenta de acciones macabras motivadas por el discurso de odio. En este momento no puedo afirmar que las agresiones contra el Rector de la Universidad del Magdalena trascenderán del plano virtual y discursivo para convertirse en agresiones físicas y hasta atentados contra su vida, por eso hago un llamado a todos los magdalenenses de bien para que rodeemos a un hombre que día a día demuestra con palabras y acciones que merece una oportunidad de cara al futuro.
En el pasado se han perdido muchos hombres y mujeres valiosos e importantes para la sociedad, sin que nosotros como grupo hubiésemos hecho algo por ellos; aún estamos a tiempo de frenar el tranvía del odio y la violencia que quiere borrar del mapa político a Pablo Vera Salazar. ¡HAGÁMOSLO!
Escribo estas palabras con la absoluta convicción de que aún se puede esperar mucho más del personaje en cuestión y para quien pido respaldo en estos momentos que viene siendo fustigado.
Pdta: Adelante Pablo: ¡El trabajo se inició y se está ejecutando bien, pero aún le falta!
Referencias Bibliográficas:
Bertoni, Eduardo A., Libertad de expresión en el Estado de derecho. Doctrina y jurisprudencia nacional, extranjera e internacional, Buenos Aires, Editores del Puerto, 2007, p. 179.
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