El primero de enero de 2016, los samarios fuimos testigos de un hecho histórico en la política criolla de nuestro país. Ese día, con todos los pompos y honores de un verdadero mandatario electo por voto popular, Rafael Martínez se posesionó como el primer alcalde encargado de Santa Marta por un periodo de cuatro años.
Ustedes no me creerían, pero si fuera alcalde –pese a la inexperiencia– a Rafael Martínez le hubiera ido muy bien: es un hombre noble, que tiene buen trato hacia los demás, que sabe escuchar. Pero sobre todo, lo más importante –se los digo después de hablar con muchísimas personas que lo conocieron bien– es que es buena persona.
Pero el destino que le tocó a Martínez fue el de ser el alcalde encargado de Carlos Caicedo. Martínez no gobierna así esté investido de autoridad; Martínez rinde informes y espera directrices antes de actuar; Martínez, como un alcalde encargado, no tiene autonomía, y espera el mandato de Caicedo para poder actuar.
Pero en el fondo, Martínez es inteligente. Es de los contados funcionarios de Caicedo que –pese a todas las cosas – sigue ahí, al pie del cañón, fiel a su causa. Precisamente esa tenacidad de tragarse todos los sapos y aguantar así quisiera explotar, lo han llevado a ser el alcalde (e) de la ciudad. Otros –muchísimos otros– no lo han podido soportar y por eso ahora son traidores y hasta enemigos de la ciudad. (Si no me cree, consúltale a cualquiera de los exfuncionarios del Distrito de los últimos cinco años).
¿Pero a qué viene todo esto? Me preguntaría alguno de los 4 gatos que me leen. El tema –y he aquí lo que me preocupa– es que esta administración de mi ciudad la están usando para la del gato: tapar las que hace.
En la ciudad hay una realidad que la gente –fervorosa de servir al verdadero alcalde de Santa Marta- pretende ocultar así se la estén mostrando en la cara; en Santa Marta se iniciaron innumerables obras civiles, decenas de ellas, en las que hubo un factor común: fueron inauguradas pocos meses antes de las elecciones de 2015 y hoy –justo hoy si van y miran– se encuentran a medio hacer, y sin recursos para concluirlas, pese a que hubo los recursos para ejecutarlas.
¿No se supone que obra que se inicie cuenta con un debido respaldo (el tal CDP) que garantiza los recursos para llevarla a cabo? ¿Dónde está la plata que nadie ve las obras concluidas? ¿Es coincidencia que para los anticipos antes de elecciones sí hubo plata?
No me crean a mí, pero vayan y háganse este tour: visiten Taganga y le preguntan a los pescadores por el centro de salud, después hacen lo mismo en Mamatoco, en La Paz y en La Candelaria. De paso, visiten la Megabiblioteca y el Megaparque del agua (que en mayo dijeron que en julio estaría listo); después visitan los colegios Rodrigo de Bastidas y el Instituto Magdalena, donde prometieron ampliaciones y lo único que obtuvieron fue obreros lesionados y otros sin paga, que terminaron robándose los propios materiales para no irse con los bolsillos vacíos.
Para no aburrirlos y resumirles un tour que quizás jamás hagan, solo basta con que piensen en los parques de la ciudad; 46 de los cuales no llevan ni la mitad inaugurados aunque debían ser entregados en 2015. Los que están son muy bonitos, pero –créanme- cuando conozcan lo que costó hacerlos se irían para atrás. Así como se fue para atrás la Contraloría en Codazi, Cesar, al descubrir los sobrecostos para dotar un Centro de Desarrollo Infantil (CDI).
¿Dijeron CDI? En Santa Marta, no ha habido pie para el desfalco en esa población infantil. Eso sí hay que decirlo… Pero claro, porque pese a los más de 2 mil millones que le metieron al CDI de Santa Marta, adivinen cuando (¡Antes de las elecciones!), la obra, destinada por los niños de Bonda y sus alrededores, aún se encuentra así (foto 1, foto 2, foto 3).
¿Que Santa Marta está cambiando? ¡Pregunta ridícula! Y ridícula también la discusión sobre que es que estos que están ahora hacen, así roben. Aquí lo que hay que hacer –como veedores ciudadanos que debemos ser todos– es usar la tecnología, activar las redes y vigilar que los pocos pesos que le entran a nuestra ciudad se reflejen en obras para un barrio, en beneficio para sus hijos. (De que se puede, se puede. Mira lo que logramos en pocos días)
¡Garanticemos que las cosas se hagan bien, o no se hagan! Esta es una solicitud que le hacemos, señor alcalde… encargado de Santa Marta.
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