Las novenas son una tradición que se niega a desaparecer en la época de la hiperconexión a la tecnología. Por estos días, en el ajetreo informativo, y por mera coincidencia, me tocó participar en muchas de estas. Sin embargo, de todas, una fue la más emotiva.
Fue la que enfermeros, médicos y pacientes hicieron en el hospital Fernando Troconis. Allí, en medio del barullo de un día con ribetes navideños, me llamó la atención la laboriosidad del personal por hacer posible que esta costumbre (arraigada en el corazón de venezolanos, ecuatorianos y colombianos) se mantenga y que la gente, al candor de oraciones, gozos y villancicos, reafirme sus sentimientos de afecto hacia el prójimo.
Pero lo más emotivo probablemente fue ver a pacientes y niños, buena parte hijos de empleados del centro asistencial, compartir contentos la tradicional novena. Me decía una médico que esta era la única forma de compensar el hecho que su hija, de tan solo cuatro años, se quedará con su padre en las festividades de fin de año. Le partía el corazón tener que dejarla, pero debía cumplir con su deber.
Lo mismo decía un paramédico del hospital. Tiene turno el 31 de diciembre y no podrá estar con su esposa que, en este momento, tiene seis meses de gestación. Hará lo posible por compensarla el primero de enero, pero sabe -de antemano- que la energía no le alcanzará. Debe descansar para, el 2 de enero, tomar nuevamente un turno.
Y es que precisamente una novena o cualquier celebración navideña en un centro hospitalario es un paliativo. Lo es en la medida que, sobre todo médicos, enfermeras y paramédicos pasarán encerrados en esas paredes blancas llenas de historias y patologías. Entregarán el tiempo que bien podrían dedicar a estar con los amigos, los hijos o los padres para brindarle la atención necesaria a quienes la necesitan en demasía. También será el momento que los familiares de los pacientes, e incluso ellos mismos, puedan despejar la mente del dolor que los aqueja.
Por eso, en este espacio, vale la pena reivindicar este tipo de tradiciones que para muchos están obsoletas. Antiguas sí son, y solo basta con leer la forma en que fueron escritas, pero emotivas y fortalecedoras (en estos días y con esa particular circunstancia) también.
Así como la gente del hospital Fernando Troconis de Santa Marta, existen cientos de elementos médicos que no tendrán un respiro por estos días y lo mínimo que pueden tener es disfrutar de espacios como la novena. A ellos, hay que agradecerles su dedicación y esfuerzo. No todos están dispuestos. Eso se llama compromiso.
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