Salua, la niña que cinco años después de su muerte sigue siendo reina

El 23 de agosto de 2006 el sol salió más radiante que nunca para la familia Cabarcas Cotes. Aquella mañana, a las 6:10, en la Clínica de la Mujer, llegó al mundo la pequeña Salua, la reina del hogar, quien infortunadamente ya no está para celebrar con su familia y amigos una de sus fechas favoritas: su cumpleaños.

Dulce, vanidosa, alegre y muy amorosa. Así fue Salua en vida; siempre se caracterizó por su delicadez, buen gusto por la moda y por la colección de gafas, bolsos y collares que tuvo hasta sus siete años.

Sin embargo, sus sueños se vieron truncados el 14 de noviembre de 2013, cuando fue víctima de un atentado, en el barrio Andrea Carolina, donde también perdió la vida su padre, Luis Gabriel Cabarcas.

“Fue esperadísima, ya tenía un niño, así que saber que al venir una niña dije: ‘completé mi familia’, llegó a darnos mucha felicidad, ese día fue maravilloso, ella llegó cuando en la familia no había ningún bebé, creció siendo la princesa de la casa, la princesa de nuestra familia, era gordita, tenía un lunar en la espalda, yo me asusté mucho cuando vi ese lunar, porque era grandecito, pero el médico me dijo que era algo normal. A ella no le gustaba ese lunar, me decía que de grande se lo iba a quitar”, recuerda Marla Cotes, madre de la menor.

La progenitora, quien mantiene vivo el amor por su pequeña, manifestó que Salua siempre fue una luz en su vida. “Mi ángel era una niña dulce, hermosa, vanidosa, era una princesa, llegó a nuestras vidas a darnos la felicidad más grande, era un artista completamente, quería ser reina, era inteligente, juiciosa, una niña sana, muy sana. Desafortunadamente no alcanzó a cumplir sus sueños”.

La niña era la hija menor del matrimonio. Su único hermano, Luis Ángel, fue su mejor amigo. “Se adoraban. Como hermanos, tenían peleas, pero para ella, él era su amor. Ella lo celaba, era súper celosa, pero lo adoraba, jugaban mucho”, manifestó la madre de Salua.

En cuanto a su padre, la relación era muy fuerte. Su apego por Luis Gabriel era tan grande, que no permitía que alguien lo abrazara en su presencia. Así mismo, sentía tanta confianza con él, que nunca lo llamó por su nombre; cariñosamente le decía ‘Calvito’.

En el colegio, se distinguía como una de las mejores del curso; era aplicada, le gustaba compartir con sus compañeros y siempre sobresalía en reinados. “Le encantaba ser reina de todo, yo le decía: ‘este año no vas a ser reina’, pero ella sin tener los disfraces, decía que sí, me tocaba salir corriendo a buscar los disfraces y en todo participaba, ella era la reina de todo”, indicó Marla Cotes.

“Ella estudió en el Jardín Infantil Aluna y ahí fue reina del Mar y del Carnaval, llegó a Cooedumag y lo primero que le dije fue: ‘cuidado este año vas a ponerte a ser reina’ y eso fue lo primero que hizo. Entró en enero, y en febrero ya era la reina del curso”, sostuvo la madre, quien afirma que, como en su familia son muchas mujeres “le alcahueteábamos todo”.

Definitivamente, para Salua su mayor sueño era ser reina. Le encantaba estar bien vestida y no consentía estar sucia por ningún motivo. “Tenía una colección de bolsos, de gafas, de collares, era impresionante; no permitía ensuciarse, no le gustaba, era súper delicada”, comenta la mamá.

Sus fechas favoritas del año, eran la navidad y su cumpleaños; disfrutaba aquellos días al máximo, compartiendo con sus allegados. “Le encantaba la navidad. Un día antes de su muerte, me exigió que pusiéramos arreglos de navidad en la casa y en la noche, empezamos a colocar el arbolito, pero no terminamos porque ella se quedó dormida; le encantaba el pesebre”, dijo Cotes.

La madre, a su vez, recordó que desde que iniciaba agosto, la pequeña Salua lanzaba preguntas como “mamá, ¿qué me vas a hacer para mi cumpleaños?, ¿me vas a llevar a peinar?”.

“Todo el mes era pendiente de su cumpleaños, invitaba a todas sus amiguitas, a los primos, a las amigas de por la casa; me tocaba hacerle algo porque ella invitaba. En su último cumpleaños me tocó hacerle una chiquiteca, porque ella lo pidió”, recuerda con tristeza Marla Cotes.

Este jueves, se conmemora el quinto año en que su madre y su hermano no podrán darle besos, abrazos, regalos y hacerle una celebración por su cumpleaños número 12. Su muerte, al igual que la de su padre, significó un golpe duro para sus allegados. No obstante, en el corazón de quienes la conocieron, permanecerá como lo que siempre quiso ser: una reina.