El Magdalena ya había tenido su pandemia

A mitad del 90 y en gran parte de la primera década del 2000, el Magdalena vivió su propia pandemia.

Este virus, que creció muy rápido y se extendió por el Departamento, no era invisible como el Coronavirus... todos sabían quiénes eran; sin embargo, nadie se oponía; el Estado, desde el Presidente, Fuerzas Militares, gobernadores y alcaldes, eran sus cómplices; callaban y aceptaban.

Y mientras que, en algunos municipios la llegada de la noche traía consigo el nerviosismo, aparecía un nuevo "toque de queda": 7:00 de la noche y nadie caminaba por las calles del pueblo, solo se escuchaban los ruidos de las camionetas;  las familias escondidas en sus casas, detrás de la ventana, rezaban para que el turno esta vez no fuese para un miembro de su hogar.

Muchos no tenían síntomas para contraer ese virus; no obstante, prefirieron dejar lo poco que tenían... era mejor salir sin nada, antes de ser infectados a balazos y no a través de un estornudo. La fiebre y la diarrea también eran síntomas; la primera, por ver sangre y la segunda, para quienes estaban en las listas.

Y así se repitió la historia. Algunos tuvieron suerte de no perder nada, otros lo perdieron todo; unos aún esperan que aparezcan sus familiares... a mí, me tocó enterrar a mi padre; él estaba muy joven y yo apenas tenía 16 años, un mes y 17 días de nacido.

Esa plaga se lo llevó y como a quien "hierro mata a hierro muere", pasó con quienes apretaron el gatillo; yo no hice nada, solo sé disparar un balón a un arco y pensamientos...

Esa pandemia acabó con la tranquilidad de los pueblos y lo más triste fue que contó con el aplauso de un Estado.

Posdata: Fueron más las muertes que las que lleva el Covid-19.