Por Alberto Martínez*
En la oficina azul del fondo se escuchó por primera vez la voz que decía a su asistente, —“hágalas pasar”. una tras otra entraban por la única puerta de la oficina, era todo un reinado. Al ingresar, una mesa de 8 puestos a la derecha sin suficientes sillas para todas. Él, muy joven, en sus treintas, gozaba de gran prestigio y liderazgo. Había jugado sus cartas en una institución olvidada por la clase política y sorprendentemente la partida la iba ganando. Con su mano derecha hizo una seña y musitó para indicarles que se sentaran. Durante unos segundos más continuó con la mirada enterrada en un catálogo con cientos de fotografías y nombres que ojeaba uno tras otro mientras olía sus dedos, para volverlos a ubicar en su entrepierna.
Una de ellas alcanzó a ver su fotografía y en su rostro una sonrisa reflejaba lo que sentía. Estaba ante una oportunidad única. Trabajar y estudiar por fuera de la universidad no era una opción. Sus padres no podían seguir apoyando sus gastos semestrales. También se jugaba sus cartas, aunque la suerte no le permitió obtener una oportunidad y a la vez ser feliz, mucho menos llegó a imaginar que se llenaría de razones para aliviar sus demonios internos y apaciguar los pensamientos que la invitaban a apagar su sufrimiento a costa de su vida.
De aquella joven solo se supo que hizo su camino llena de resentimiento, alejada de todo y de todos. De aquel hombre bien parecido al que muchos admiraban por su liderazgo, iba creciendo su fama y reconocimiento en el exterior de las oficinas directivas, pero también los rumores, comentarios y anécdotas de situaciones bajo efectos del licor y ajenos a su desempeño como funcionario. Pocas podrían decir a ciencia cierta lo mal que la habían pasado.
Hoy el escenario ha cambiado, pero el personaje sigue siendo el mismo. Mucho más experimentado y convertido en todo un gamonal, lleno de poder y capaz de imponer alcaldes aspira a ser presidente en el 2026. El tiempo, la religión y mucho menos las adversidades, han marchitado los hábitos de este avechucho. Aún exige catálogos fotográficos con nombres y fotos de bellas jóvenes que apenas alcanzan la mayoría de edad, para aprobar a quienes contarán con su bendición contractual. Una carta abierta para aprender, crecer y lograr sus sueños, pero también para asumir el sacrificio de extenuantes jornadas laborales que se extienden hasta altas horas de la madrugada y constantes situaciones incómodas que deben soportar para conservar su puesto.
* El autor de estas columnas solicitó anonimato a Seguimiento.co, por lo que sus columnas serán identificadas con el seudónimo de Alberto Martínez.
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