Resulta interesante ver cómo los usuarios de las redes sociales abordamos el Covid-19 y toda la situación que esta enfermedad ha desencadenado en América Latina, con el uso de ciertas metáforas o figuras del lenguaje que nos permiten procesar y entender temas tan complejos como éste y del que mucho y nada sabemos.
Pero antes de exponer mi punto, quisiera explicar brevemente qué son las metáforas y cómo actúan en nuestro cerebro. Básicamente, las metáforas son atajos que conectan -o intentan- conectar el significado de un término, a través de la idea que tengamos de otro término. Por ejemplo, decir que la amistad es una flor que se cultiva con el tiempo, o que el matrimonio es un largo viaje que hacemos de a dos, sirve para darnos una idea familiar de un concepto abstracto como el amor: todos sabemos cómo se alimentan las flores, el cuidado que requieren, y de igual manera somos conscientes de que un viaje siempre tiene momentos inesperados. El Covid-19, que tanto ha aparecido en los medios -y con justa razón- resulta insoslayable de ser entendido a través de metáforas que no solo nos sean conocidas sino cómodas durante el proceso cognitivo. Después de todo, qué más fácil que explicar algo de lo que no teníamos ni idea hasta hace pocas semanas, con narrativas con las que estamos acostumbrados.
Por estos días en redes sociales se han hecho muy comunes expresiones metafóricas que, aludiendo a la guerra, intentan crear un concepto de la enfermedad y de nuestra relación con ella. ‘Luchar contra un enemigo común’, ‘participar como buenos soldados, y ayudar a debilitar al enemigo común’, ‘cada uno pone su granito de arena en esta guerra’ y ‘mantener la moral de la tropa alta en estos días’ son figuras que nos ofrece el lenguaje, y que estamos adoptando para entender que la pandemia que atravesamos se asemeja a una guerra, y por consiguiente nos da una idea de cómo mirarla y entenderla: hay un enemigo claro, una lucha, altas, bajas, fuego amigo y hasta daños colaterales.
Cualquiera podría sugerir que es una exageración pensar que al relacionar una pandemia con una guerra podríamos provocar acciones violentas, y que en realidad la forma en cómo usamos el lenguaje no tendría mayor incidencia en nuestra percepción del mundo. De esto se han hechos experimentos importantes, y cito de manera muy concisa a Paul Thibodeau y Lera Boroditsky, ambos científicos cognitivos de la Universidad de Stanford y autores de un estudio publicado en 2011, en el que hacían referencia a cómo las personas proponen soluciones a problemas concretos de acuerdo al discurso y a las metáforas que se emplean sobre estos. En el estudio, un grupo de participantes relacionaba el concepto de criminalidad con enfermedades, mientras el otro lo hacía con animales salvajes. La idea era exponer a los participantes a metáforas que les ayudaran a entender y sugerir soluciones al problema de la criminalidad, tal y como lo entendería y trataría un médico epidemiólogo, o como lo abordaría un cazador de animales salvajes. Vale la pena leerlo y analizar las conclusiones.
Entonces, ¿existe una relación entre una pandemia y las diferentes metáforas a las que recurrimos consciente o inconscientemente para entenderla? ¿Cuáles son las consecuencias que se derivan tras conceptualizar el Covid-19 como una crisis, una oportunidad, una enfermedad o como una guerra que nos está acabando? Cuando pensamos en el coronavirus, ¿pensamos en prevenir o en atacar? Y es que es imposible no hacerse estas preguntas cuando las metáforas a la que recurrimos en una foto, un meme o una frase, se materializan en acciones tan concretas como enviar un audio por Whatsapp invitando a la gente del barrio a apedrear la casa de alguien que acaba de llegar de Europa; o los más conspiranoicos soltando ataques xenófobos hacia China, aludiendo que el coronavirus ha sido estratégicamente desarrollado en laboratorios; o abrirse paso a los golpes en un supermercado pensando que es el fin de la humanidad, y que, como en la guerra, se salva quien pueda. Allí es cuando toda esta palabrería pareciera tener algún sentido. Al menos para mí.
Como alguien a quien le apasiona el lenguaje, dejo esta inquietud sobre la mesa. En cada uno de ustedes está intentar comprender esta pandemia -aunque parezca obvio- de la forma más humana posible.
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