Por Daniel Aroca Rubio*
Las circunstancias en las que nos encontramos debido a la pandemia y como el virus ha llegado a arrebatar seres queridos, nos ha mostrado lo débiles que somos; pero también lo fuertes que podemos ser bajo situaciones bastante difíciles.
Hoy escribo pensando en todos esos enfermos, en quienes han sufrido pérdidas de sus seres queridos y en los que estando en plena crisis de salud y confinamiento, hemos podido observar lo que en este país siempre es evidente: la corrupción, la reina de este imperio absurdo, basto, de moral distraída y de justicia dormida que, juega hoy como nunca y de forma descarada con la economía, la salud, la educación, entre otros derechos fundamentales para el bienestar de los colombianos; en manos de un gobierno parasito que no ha perdido la oportunidad para aprovecharse de los pobres e indefensos ciudadanos.
Creo que no es un secreto que los medios de comunicación elitistas y cercanos a la oligarquía, siempre han servido como una herramienta en servicio de la corrupción para manipular al pueblo, que muchas veces tiene una fe ciega y segura ante todo lo que estos dicen; sin embargo, entremedio de todas las circunstancias sociales dadas en la actualidad, les ha quedado difícil ocultar las tantas barrabasadas que comete el desafortunadamente, presidente de Colombia: Iván Duque.
Es muy cierto que el país, desgraciadamente, ha tenido que resistir frente al conflicto armado, la exclusión social, el abandono del estado en las políticas públicas, abusos y demás sucesos que son a cortinados por lo que, dice el presidente, ser el único maleficio colombiano: el “narcotráfico”; pero detrás de cada una de estas historias está la lucha del pueblo por la solución de sus problemas y que ante la indiferencia de muchos, le toca con la movilización ciudadana realizar acciones o emitir mensajes contundentes para lograr ponerle un alto a tantas injusticias.
Por tal motivo, a través de la reflexión sobre todos los hechos nacionales e indignado por como en Colombia se aprovechan de la población, pienso en aquellos ciudadanos a los cuales los medios de comunicación han servido para catalogar o estigmatizar por el simple hecho de ser quienes tienen la valentía de enfrentarse a la Fuerza Pública y darle la cara a los abusivos de este país.
En mi breve conclusión, he encontrado que aquellos tildados como vándalos, desocupados, comunistas y otro montón de adjetivos peyorativos, son la gente de pueblo real que, movida por sentimientos de tristeza, ira e incomprensión, se aferran a la causa de exigir los derechos que de forma cínica nos son desvalijados.
Actualmente y de frente a una nueva reforma tributaria, luego de ver como hacían fiesta por la guerra con el recurso del pueblo, se empieza a gestar otra manifestación social que tiene cita el 28 de abril, con la que se busca expresar el descontento por las acciones que ha realizado el Gobierno Nacional, que sin importar la pandemia, atenta contra los ciudadanos más vulnerables, llevando el país a la ruina bajo premisas llenas de engaños.
Ahora bien, cabe resaltar que, Colombia siempre ha sido gobernada por individuos indiferentes y clasistas que además de tener una política fiscal con la cual los mega-ricos nutren sus riquezas a costilla del pueblo, cuentan con el respaldo de una parte de la población que sigue ciega ante los discursos sofistas y manipuladores, atrapados bajo un velo de miedo, conformismo y resignación.
Sin embargo, hay quienes no tragan entero tantas falacias y se animan ante todo lo que puede significar exponerse ante el virus, darle vida y fuerza a una movilización que tiene razones y argumentos sólidos. No es porque la ciudadanía esté aburrida del encierro o porque nos encante el desacato a la autoridad; es porque el gobierno que ha inventado cédulas falsas para robar recursos del Ingreso Solidario, que ha invertido más de $14 billones para comprar aviones de guerra, que ha pagado más de $3,350 millones en marketing y publicidad para mejorar su imagen, que permite el bombardeo de niños en Caquetá, que da aval a pruebas pilotos de Fracking que genera daños ecológicos, que dice desconocer la vulneración de los derechos humanos en su territorio y ha aumentado la deuda externa de la nación en un 54,8% sobre el PIB, hoy exige a los ciudadanos aceptar una reforma tributaria que hiere y se burla de la economía del pueblo e impone a los colombianos, seguir financiando la corrupción, que sin censura está acabando con lo poco que queda del país.
Es en ese momento y bajo toda esta realidad, que esta gente que se pone trapos para guardar su identidad, crea pancartas, pega un grito, levanta su mano y ponen pecho ante el abuso policial y los militares, siendo ignorados en vez de ser escuchados, amordazados y burlados por la supuesta autoridad, es la gente que de verdad tiene las agallas suficientes para hablar sin miedo a quienes amenazan con la represión al pueblo; estas personas a las que no le duele exponer su pellejo por el bien de los demás, son los verdaderos héroes de la patria.
Porque al igual que muchos de ustedes he pensado que los métodos violentos y la “destrucción al bien público” no son la forma de manifestar y hacerse escuchar; pero se debe reconocer que cuando la impotencia es grande y sabes que las respuestas o soluciones no son dadas, es muy difícil quedarse quieto y actuar de manera pacífica ante la arrogancia de los mal llamados dirigentes de este país.
Por tal motivo, he identificado que la intención de la protesta en medio de una adversidad como el Covid-19, no es solo manifestar un descontento ante una decisión gubernamental como la reforma tributaria que busca implantar un IVA del 19% sobre los productos de la canasta familiar, entre otras cosas. Este paro nacional, también es el rechazo al abuso de poder; es una exigencia a la renuncia de alguien que quiere acabar con lo poco que tiene la gente de a pie, abriendo los ojos de todos e informando a cada persona que no tiene idea o no está al pendiente de lo que sucede, que es momento de despertar y por millonésima vez, defender nuestros derechos.
Antes de sentir pánico por ser “rebelde”, quiero decirte que en Colombia el derecho a la protesta social forma parte de esa democracia participativa que tanto nos venden y que como está consagrado en el Artículo 37 de la Constitución Política de 1991, “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente; (…)”, y que antes de pensar que estas haciendo mal, debe ser una obligación moral y política salir a manifestarse ante cualquier decisión que abuse o afecte a nuestro país, generando un desequilibrio en lo equitativo y lo justo.
En conclusión, más que una opinión, este texto es una invitación a luchar por lo que nos compete a todos de forma directa o indirecta; una incentivo a levantar la voz y empezar a ser esos cobardes con valentía que tanto necesita Colombia para lograr la justicia que anhelamos, entendiendo que cada vez que apagan una voz, nos atacan o atentan contra uno de nosotros, no es el miedo que infunden el que gana, muy por el contrario, es un pueblo berraco, arisco, osado, dolido y con dolientes, el que sin pena y con furia se levanta.
“Por la restauración de la moral de la Republica, Pueblo: ¡A la carga!”
Jorge Eliecer Gaitán; (1898 – 1948)
* Columnista invitado - Colaboración no permanente
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