Señores Jorge 40 y Mancuso, hablemos ahora del Frente Contrainsurgencia Wayuu, de Ramiro, Manito y 80
En la jurisprudencia aplicada para los niveles altos de comandancias de estructuras ilegales está la responsabilidad por línea de mando, el cual lo define Martínez (2018) como: “aquella en la cual los superiores jerárquicos y estratégicos de un cuerpo militar son responsables por las conductas de sus subalternos que, actuando en ejercicio de mando, transgreden por acción u omisión el Derecho Internacional Humanitario”.
El Frente Contrainsurgencia Wayuu fue creado en el 2002 y operaba de Palomino (La Guajira) hasta Maicao, con cerca de 900 hombres en armas. Una estructura poderosa, como poderoso su legado violento: más de 2.000 personas asesinadas en tan solo cuatro años de funcionamiento.
Y quiero resaltar varios hechos puntuales acá, señores Mancuso y Jorge 40, por los cuales las víctimas piden, por lo menos, una respuesta: en esta columna, como en la anterior, no voy a hablar del ganado que le quitaron a los campesinos y a los indígenas ni como fueron a parar a sus fincas en Valledupar y Montería. No, voy a referenciar otros hechos puntuales.
El primero, la sevicia: si bien el paramilitarismo tiene una carga violenta alta, el modelo que se impuso en La Guajira fue desproporcional. Sus comandantes (Ramiro, Manito, Lucas, 80, y el Flaco) entre otros, venían de la famosa escuela de los “Mochacabezas”, como eran conocidos antes de que se fundaran los Tanqueros, que después serían las ACCU –Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá-, proyecto que ustedes metieron a sangre y fuego en la Sierra Nevada y especialmente en el Magdalena y La Guajira. Se habla de la masacre del Limón, donde mataron niños y mujeres ancianas, se habla mucho de la masacre de Bahía Portete, donde también asesinaron a mujeres ancianas: en las dos masacres ordenaron cortar las cabezas de las mujeres para clavarlas en estacas en las entradas de los pueblos. Esto fue macabro. Y, adivinen que: fue este grupo el que implementó y trajo la famosa técnica de la motosierra y más aún: según datos obtenidos, el 80% de las personas que asesinaron, las desmembraban y a la gran mayoría vivas, para sacarles información.
Se habla poco de lo que le hicieron a Barranca, y de manera especial las masacres de Palmitos y Cascajalito, donde en dos días mataron a casi toda la gente, especialmente con la técnica de: Martín Moreno, el que saca lo malo y mete lo bueno; con bates hechos de trupillos. No les importó matar niños, mujeres y ancianos. Mientras unos los privaban con golpes certeros a la cabeza, los otros los desmembraban y enterraban. Hasta el cementerio se negó a recibir los cuerpos, con gritos de lamentos y súplicas que desde allá adentro salían. Ahora Ramiro y 80 están muertos, de los otros, no hay información, pero la línea de mando si está y ustedes, en cierto modo avalaron esas prácticas: sabían lo que sus hombres estaban haciendo porque los dejaron allí como personas conocedoras del perfil criminal de ellos.
Hablemos también de la forma como llevaron muchachos paramilitares a la muerte. Donde se le metieron al campamento de la guerrilla y fueron recibidos con cilindros. Eso fue una carnicería. Hay que contarle a las familias de cómo les mataron a todos esos jóvenes (cerca de 40) y que muchos de ellos fueron entregados al ejército para que pasaran como guerrilleros muertos en combates. Operaciones de las que ustedes, señor Mancuso y señor Jorge 40 tenían información de primera mano, porque estaban allí, bueno, no en los combates, en zonas seguras. A propósito, algunos de los que vivieron ese episodio referencian sus llegadas en un helicóptero que aparentemente era propiedad de Ecopetrol. ¿Al menos pueden confirmar si esta información es cierta? Bueno, de que llegaran en helicóptero a supervisar, no. Me refiero a que digan de quién era el aparato o si el nombre era una estrategia para no ser perseguidos, no sé por quién, pero quizá.
Lo segundo, hablemos de los Falsos Positivos. Esto es controversial, pero hay que hacerlo porque el dolor, el sufrimiento y el miedo, no puede ponderarse con beneficios a militares corruptos. Respeto a la Institución Militar, pero no por eso se puede aceptar los descalabros que allí hubo y que fueron muchísimos. Esto lo convirtieron en un negocio con sangre inocente y es condenable desde cualquier punto de vista. Se habla de que había acuerdos para que una vez capturaran a alguna persona, la uniformaran y se las entregaran viva. Luego ellos la asesinaban y la pasaban como muerto en combate. O de operaciones conjuntas para entrar y finalmente sacar a la guerrilla del campamento base y obligarlos a irse a Venezuela. Eso fue una derrota militar para el ELN., y las FARC-EP., pero acosta de qué. Porque quienes pusieron los muertos fueron otros.
Finalmente, la responsabilidad por línea de mando es de ustedes porque trajeron a estos salvajes y sabían quiénes eran y cómo actuaban. Además, que les reportaban grandes cantidades de dinero mensual. En la Escuela de Comandos de Corazón, los formaron para hacer lo que mejor sabían hacer: matar con sevicia, así como hicieron con la aparente bruja de Mingueo, una mujer a la que descuartizaron viva; que se les arrodilló y les imploró para que no lo hicieran, que con cada grito por la carne desgarrada, llamaba a la piedad y el amor por sus hijas, a quienes luego violaron y las expulsaron del pueblo. Era “bruja” y eso era “un delito”, pero no lo fue el quedarse con su casa.
¿Cómo piensan responderles a las víctimas señor Mancuso y señor Jorge 40 por toda esta estela de dolor y sufrimiento? Hasta el momento, Mancuso ha dado interés en decir la verdad y reconocer los hechos punibles. Esperemos que sí y que a su llegada a Colombia no cambie de opinión. Esperemos que el otro “Patriota” o “Preso Político” deje de ser un cobarde y reconozca que su mente criminal causó daños irreparables en la vida de miles de personas.
Quizá blanquearon las tumbas. Pero no la memoria. Mi próxima columna será sobre Omega, Charly, Harold y Peladura. Excomandantes del EPL., que terminaron en las filas de las ACCU., y que se apropiaron de un sinnúmero de fincas en el departamento del Cesar.
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