La lucha de Denis, vendedora de la quinta, por darle futuro a su hija


Cae la tarde en el Centro Histórico de Santa Marta y Denis Macías, quien tiene un negocio de gafas cerca al Éxito de la quinta, se alista para almorzar. En lo que va corrido del día no ha ganado mucho, porque, según ella “no estamos en temporada”; sin embargo, debe buscar algo económico para ‘llenar la tripa’ y tener fuerzas en las próximas horas. Además, tiene una acompañante muy especial: Betsy Viviana, su pequeña hija de dos años.
Han pasado 20 minutos y esta joven madre, de 25 años, no encuentra un almuerzo lo suficientemente grande y barato que alcance para las dos. Su rostro, lleno de líneas de expresión, como si tuviera el doble de su edad, refleja una gran preocupación. Hasta que se acerca un conocido vendiendo una corriente con sopa de costilla, la preferida de Betsy.
El semblante le cambia y después de regatear, hace la compra. Con alegría, destapa el portacomidas y luego sienta a su ‘muñequita’, de tiernos risos, en su regazo. Allí le da la primera cucharada que recibe con agrado. No obstante, debe hacer una pausa, dado que, un extranjero se acercó a comprar un par de lentes para proteger sus ojos del inclemente sol samario.
Con rapidez se levanta y deja a la pequeña en una sillita. “Amor, te quedas ahí porque mami está atendiendo. Deja que yo te de la sopa, pa’ que no te la riegues”, le dice con dulzura a la niña, quien no se queda quieta ni cinco minutos.
No puede desaprovechar el ‘papayaso’, pues también debe pensar en la cena o, en los transportes de ida.
“A la orden mi Don ¿Qué se le ofrece? Tenemos gafas de todos los precios”, le dice al turista, quien le señala una imitación de las legendarias Ray-Ban.
“Le vale 12 (doce mil pesos), patrón”, le contesta Denis y él saca un billete con la cara de Gabriel García Márquez (50 mil pesos). En un santiamén hacen el cambio y ella vuelve a su labor más importante: la de ser madre.
El caso de Macías es como el de millones de madres en Colombia que, sin importar las adversidades, el clima, la temperatura, o, la falta de oportunidades, le ‘meten la ficha’. Su único objetivo es sacar adelante a sus hijos.
Mientras le da la sopa a su pequeña, cuenta que su vida ha sido una constante lucha. “Yo vengo de Plato, Magdalena y fui víctima del paramilitarismo. Hace más de 15 años que estoy aquí. Desde que vine a la ciudad he tenido que hacer de todo”, puntualizó.
Ella, junto con su familia, fue testigo del terror que comenzó a reinar en los municipios del Magdalena. De acuerdo con registros de prensa, esa zona se convirtió en el fortín paramilitar del Bloque Norte en el departamento del Magdalena.
Tuto Castro y Codazzi eran quienes reinaban en la región. Todo comenzó en agosto de 1997, en la finca La Pola, el primer territorio del cual se apropiaron los jefes paramilitares. El frente John Jairo López, grupo que comandaba la zona, organizó una reunión en esa parcela con 54 campesinos de las veredas vecinas y les advirtieron: “O se van o se mueren”.
“Nuestra opción fue irnos y empezar de cero en la ciudad”, expresó.
Desde que pisó tierra samaria ha tenido muchos trabajos. Fue mesera, empleada doméstica, vendedora de agua, de chance. Se vio obligada a tomar estos empleos; puesto que, no tuvo oportunidades para estudiar y en casa la presionaban mucho.
Cuando era una adolescente, se conformaba con los pocos pesos que ganaba; pero, ahora, la circunstancias son otras. Por ello, con su compañero sentimental, decidieron incursionar en el negocio de las gafas. “Cada quince días, mi marido se va a comprarlas y yo me quedo aquí, cuidando el negocio. En realidad, siempre estoy yo.”, dijo.
Últimamente, no ha tenido con quien dejar a Betsy, ni siquiera con su esposo, debido a que, “le falta paciencia pa’ esas cosas’. Entonces, debe traerla al ‘chuzo’. Después de la última cucharada, la niña se sienta en el suelo y toma una de las gafas para jugar. En ese momento, la mujer empieza a probar bocado, aunque la combinación de estrés-cansancio le quita el apetito.
La tarde transcurre para Macías entre jugueteos y clientes. Las ojeras no puede disimularlas, así como sus ganas de irse a casa. “A veces quiero dejar todo tirado, porque el trabajo es cansón y más cuando debo ir a los colegios, pero la veo a ella y me recargo de energías”, indicó.
Denis hace parte del 50,4 % de trabajadores informales, según estudios recientes del Dane. “Tengo días buenos en los que puedo ganar más de 100 mil pesos y otros en los que ‘apurada’ gano 30 mil. Ahí vamos”, señaló con la voz entrecortada.
Por fortuna, su bebé ha crecido; sin embargo, aún debe usar pañales y tomar leche. Cuando no hay para lo que necesita, la mujer arregla uñas, lava ropa, o hace rifas. No se vara.
Betsy se aburre de los lentes rosados con puntitos y toma unos azules en forma de gato. La agotada madre la deja jugar, para tenerla distraída. En unos cuantos instantes, el corredor con colorida mercancía, pasa a ser una improvisada pasarla en la que la pequeña desfila y se roba la atención de todos.
Después de tanto juguetear y reír le dice a su progenitora que tiene hambre y le señala el icopor con la comida a la mitad. Ella, sin chistar, le da toda la porción. “Si ella come, soy feliz”, aseveró.
Entre sentadas, levantadas, altas temperaturas e intentos de compras fallidas transcurre la tarde del lunes. No se vendieron muchas, aunque no es excusa para no pensar en un día mejor. Además, le prometió a su bebita que le compraría una muñeca.
"Hija, yo haré lo que sea para que tú seas como ellas. Te haré doctora": Betsy dice a su hija de dos años
“Yo sé que mañana será mejor. Dios nos ayudará, ya verá”, dijo con una sonrisa en su rostro.
Llega la hora del cierre y ambas se alistan para salir a casa, en Ciudad Equidad. Mientras van caminando de la mano, Denis le señala a un grupo de jóvenes vestidas con uniforme de estudiantes de medicina y le dice “Hija, yo haré lo que sea para que tú estés como ellas. Te haré doctora”. La niña, no entiende aquel mensaje, pero le regala un tierno abrazo.
Luego de la pausa, siguen caminando hasta tomar el transporte. La madre abnegada y su bebé, de la mano caminan juntas, mientras se van riendo de alguna gracia.
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