¿Cuándo entenderán?

O nosotros nos portamos muy bien y Corpamag no encuentra razón para sancionarnos, o Corpamag no ha sido capáz de pillarnos in fraganti mientras destruímos y contaminamos los recursos naturales del Departamento.

Retomando el tema de las corporaciones autónomas regionales y la forma como se convirtieron en el botín de los grupos políticos, solo es necesario revisar los presupuestos con que cuentan algunas de estas entidades, para comprender la magnitud del botín: Corpoguajira, $15.000.000.000; Corpamag, $31.000.000.000; Corpoboyacá, $25.000.000.000; CRA del Atlántico, $60.000.000.000; CVC del Valle del Cauca, $180.000.000.000; y la Car de Cundinamarca, $640.000.000.000.000. En total, las corporaciones destinan 1,5 billones de pesos anualmente para proteger, recuperar y manejar los recursos naturales del país.

En el caso de Corpamag, en 2014 los magdalenenses aportamos a su presupuesto diez y seis mil millones de pesos solo por concepto de la sobretasa ambiental al predial ($10.567.000.000) y la sobretasa ambiental al peaje ($5.592.000.000)  (ver presupuesto). Obviamente también pagamos tasas por uso del agua; por aprovechamiento forestal; algunas licencias y permisos; y solo dos (2) multas por portarnos mal durante ese año. ¡Sólo dos multas! O nosotros nos portamos muy bien y Corpamag no encuentra razón para sancionarnos, o Corpamag no ha sido capáz de pillarnos in fraganti mientras destruímos y contaminamos los recursos naturales del Departamento.

Pareciera que se trata de la segunda opción. ¿O de qué otra forma podríamos  explicar que, a pesar de que en el año 2014 Corpamag destinó diez y siete mil millones de pesos para el proyecto “Protección y recuperación de humedales como estrategia de conservación ambiental y reducción del riesgo en el Departamento del Magdalena”; este año unos periodistas descubrieron que, en las narices de la corporación, particulares construyeron de manera ilegal veintisiete kilómetros de diques y terraplenes, además de talar y quemar vegetación de los humedales al sur de la Ciénaga Grande para extender así las fronteras ganadera y agrícola?

¿O será que la corporación no invierte los recursos de manera eficiente y eficáz?

Es posible. Miremos el siguiente caso: Según el informe de Gestión del 2014 Corpamag dispuso diez y siete mil millones de pesos para el proyecto “Recuperación de la capacidad hidráulica del río Frio”, para dragar –principalmente- la desembocadura de este río hacia la Ciénaga Grande de Santa Marta. Según lo expuesto en dicho proyecto, la cantidad de sedimentos que arrastra el río son “superiores a las que la Ciénaga puede digerir y transportar, formándose islas y sedimentándose hasta tal punto de taponar las salidas de agua”. Y luego se afirma que “el mangle y los colonos han venido ganando terreno, la Ciénaga se está secando por la sedimentación, y esto, por supuesto, genera graves efectos de inundación en las poblaciones asentadas sobre su área de influencia”.

En diciembre del 2014 se adjudicó el contrato para adelantar las obras de este proyecto: Dragado de la boca del río, construcción de trampas de sedimento, adelanto de algunas obras civiles (diques y gaviones), y desarrollo de un plan de sensibilización (¿sensibilizar? ¿Sobre qué o a quién?). En todo caso, cabe preguntarse si los miembros del Consejo Directivo de Corpamag -donde también tiene asiento el Gobierno Nacional-, antes de aprobar estos planes cayeron en cuenta que, en tres o cuatro años, tendremos que meterle, una vez más, miles de millones de pesos a esa desembocadura para seguir solucionando el síntoma pero no la verdadera enfermedad. ¿O es que no se han dado cuenta que la causa real del problema radica en la deforestación a la que ha sido sometida la cuenca media y alta del río? Espero que, al menos, hayan preguntado por el efecto que, sobre la sedimentación en la boca del río, podrían tener las captaciones ilegales de agua por parte de cultivadores de palma africana y bananeros, las cuales le restan caudal al ya mermado río.

Por su parte, en la zona media y alta de la cuenca del río Frío es poco lo que hizo la Corporación en el 2014. La inversión, que, según el informe de Gestión, fué menor a los cien millones de pesos, se destinó a la implementación de modelos agroforestales en dos fincas cafeteras (¡si, leyeron bien, dos fincas!), se capacitaron algunos campesinos en apicultura, y se “prestó asesoría y acompañamiento en la implementación de un plan de restauración ambiental en las zonas afectadas por incendios forestales”.

Esta triste realidad se repite en muchas partes del país. Apenas lógico, pues, mientras que la recuperación de una cuenca hidrográfica requiere más investigación y trabajo serio, e incluye personal profesional calificado, reforestación, adquisición de predios, saneamiento de zonas críticas y/o creación de áreas protegidas; los contratos de dragado, que valen miles de millones de pesos y tienen una tasa de retorno bastante atractiva para el contratista y sus amigos, solo requieren de una vetusta y destartalada maquinaria con su operario, a quien se le paga a destajo. Además, estos contratos se ejecutan en muy corto tiempo y, cada 3 o 4 años, existe la posibilidad de volver a ganarse el mismo contratico, porque la causa del problema sigue intacta.

Todo el que participe de estas mangualas contra la naturaleza y nuestros recursos hídricos lo hace a sabiendas de que condena también a sus hijos y nietos a padecer sed y a vivir en un desierto. Esos pelaos, sus descendientes, así tengan todo el dinero acumulado en dudosos contratos de dragados, también la van a pagar.

Por eso digo, ¡además de sinverguenzas, brutos!

Carlos Flores

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