Vanidoso, amigable y promesa del fútbol local. Así era Juan Diego, víctima de la tragedia en Gaira

Es una casa pequeña, pero todos los enseres en la cocina abierta y la sala tienen un espacio.

Cerca al televisor, hay una toma eléctrica, que hacía de la sala uno de los espacios favoritos de Juan Diego Alzate en su casa. Pues ahí, según recuerda su papá, Jorge Armando, pasaba horas y horas chateando, con el celular conectado para evitar que se le descargara la batería.

Y es que Juan Diego, a sus 17 años, no solo era un joven promesa del fútbol. Sus atajadas en el arco despertaban comentarios en los torneos locales, sin embargo, en Gaira también se comentaba lo enamoradizo que podía ser.

Al momento de su muerte, recuerda su familia, al menos cinco ‘muchachas’ parecían reclamarse el papel de novias.

“Es que mi hijo era pinta” dice Jorge Alzate, con una voz orgullosa y al mismo tiempo, nostálgica, al notar la ausencia de su hijo mayor.

La madre, Marta Ordóñez, en cambio es de pocas palabras. Y es que en el accidente acontecido hace un mes perdió a su hijo y a una sobrina: Laura Valentina De Lima.

Ese día, recuerda, su hijo se pasó todo el día en casa. Comía, dormía y chateaba, y realmente pensó que así terminaría la jornada.

Sin embargo, en la noche, vio que se estaba cambiando. ¿Vas a salir Juan Diego?, le preguntó. “Sí, voy a comer con mis primos” fue la respuesta.

Este aviso no cayó bien a oídos de la abuela de Juan Diego, la señora Marta Elena, quien insistió: “Juan Diego no salga hoy porque la noche está lluviosa”. Pero él ignoró el comentario, ya estaba casi listo. Cambiado, perfumado y sin celular, pues temiendo algún atraco, siempre lo dejaba seguro en casa.

Las horas pasaban, y pasada la medianoche un joven llegó corriendo desesperado a avisarle a la señora Marta que a su hijo lo habían atropellado. “No sé cómo me dieron los pies, pero yo fui, y alcancé a verlo tirado sobre la vía”.

¡Qué escena tan dolorosa! Estamos hablando que los jóvenes que resultaron atropellados por el empresario Enrique Vives quedaron en condiciones deplorables, y cuenta de eso da los cuerpos desmembrados sobre la carretera.

De ahí, dice la madre, no recuerda mucho. Y tal vez mejor así.

Quizás en medio de ese retardo se justifica que a su padre, Jorge, se le avisara hasta varias horas después.

Es que en el momento del accidente él se encontraba en Cajamarca, Tolima, puesto que se dedica a manejar tractomulas.

Jorge nos cuenta que cuando lo llamaron a darle la noticia pensó que era una broma. Y cuando asimiló que era verídica, la única información que le dieron fue “el niño” había sido llevado a la clínica.

Después se supo que Juan murió de forma casi inmediata al choque.

Lo que le siguió fueron lágrimas, por una familia que perdió a dos de sus miembros. Lo que sobrevino es fortaleza para tratar de seguir adelante por los dos hermanos que dejó Juan Diego y que veían en él una figura para imitar.

No obstante, su madre es clara en decir que es un trauma que no se va. Que ahora vive con el miedo de que sus otros hijos salgan a la calle. ¿Y cómo juzgarla?

“Queremos que el responsable pague, porque él no mató a ningunos perros, sino a personas” dice la abuela, mientras nos muestra la foto de su nieto que cuelga en un pendón en la sala, y que de alguna forma colocaron ahí, para reafirmarse que su memoria no se va, que es un hijo que siempre debió volver a casa.