Las mujeres que le salvaron la vida al niño de la tragedia en Pozos Colorados

El miércoles a las 2:30 de la tarde. Martha Rivera, Yanidreth Castro (ambas aseadoras en el aeropuerto Simón Bolívar) y Angie Arango (vendedora en la plazoleta de comidas) se encontraron como es costumbre, para tomar la ruta del bus que a diario las lleva a sus casas después del turno en la terminal aérea.

Fue por eso que el destino las ubicó entre los pasajeros del bus de placas UQS 127 que, poco después de hacer su recorrido por el barrio La Paz, terminaría en la vía doble calzada, donde -en un trágico desenlace- terminó incrustado el automóvil Hyundai en el que perdieron la vida tres personas.

“La ruta fue la normal que siempre hacemos. El bus entró a la Paz, y salió a la carretera. Lo que sí noté es que ayer iba más lento que lo normal, iba recogiendo pasajeros. Yo venía medio dormida y solo recuerdo eso hasta que un estruendo bastante fuerte nos sorprendió. Yo me fui para adelante y para atrás, recuerdo que lo único que alcancé a hacer fue agarrarme del vidrio de la ventana. Ahí fue cuando me corté la mano”, recuerda Angie, quien iba en la antepenúltima silla del costado derecho del bus.

Justo detrás de Angie iba Martha -en la penúltima silla- quien sintió, igualmente, que la buseta “se estremeció”.

“Justo después del choque había confusión, se veía humo por detrás y se veía una llanta en la vía y comenzamos a gritar para que el conductor abriera la puerta trasera. Empezamos a salir y ahí fue que alguien gritó: ¡que los niños no miren!. Yo me preguntaba: ¿y por qué si es algo normal? Hasta que salí y vi esa tragedia”, recuerda Martha.

La escena afuera era dantesca, en la parte trasera del bus yacía incrustado el vehículo particular Hyundai en el que viajaban Virgilio Gómez, conductor, junto a una familia conformada por Lucrecia Ramos (mujer de avanzada edad que murió en el puesto de copiloto), Adelina Tapia Ramos (nieta de Lucrecia) y el pequeño Matías Ojeda, de 9 años, bisnieto y sobrino de las mujeres.

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En medio de la confusión, la reacción de las tres mujeres fue fundamental para salvar la vida del pequeño Matías, quien, según el relato de Martha, estaba “desgonzado detrás del puesto del conductor”.

Mientras que Angie intentaba parar algún carro en la carretera doble calzada -donde normalmente pasan a alta velocidad- Martha y Yanidreth se concentraron en sacar del carro al niño. Milagrosamente una camioneta se detuvo para ayudar.

“Yo tenía al niño por los brazos, y cuando abrieron la puerta del carro, la cabeza se le desgonzó. Le metí la mano por debajo y lo cargamos con Yanidreth para meterlo al carro que había parado, subimos al niño y Yanidreth se lo puso en las piernas. Nos fuimos a toda velocidad para la clínica Bahía, adonde atienden a las personas de los accidentes”, relató Martha a Seguimiento.co

Yanidreth -muy creyente en Dios- la da crédito a un milagro para que el niño haya alcanzado a llegar a la clínica y aún esté con vida. “Yo iba orando, yo tengo 15 años en los caminos del señor y creo que hubo un milagro con ese niño. Yo oraba, lo veía, él me miraba y volvía y quedaba desmayado”, dice la mujer que durante el trayecto cargaba al niño en el carro que apareció para ayudar.

Una vez llegaron a la clínica, personal de emergencias salió con camillas y de inmediato lo internaron, aunque al poco tiempo, el pequeño Matías debió ser trasladado a la clínica Mar Caribe pues se requería de atención en una UCI Pediátrica.

Esperanza por la evolución de Matías

Matías Ojeda fue intervenido en una cirugía realizada en la mañana de este jueves, de la que salió estable, lo que, para los médicos, es una señal muy positiva.

Aunque su situación sigue siendo reservada, sus familiares y conocidos siguen muy pendientes de la evolución del pequeño que vive con sus padres en la ciudad de Barranquilla y estudia tercero de primaria.

Infortunadamente, en el accidente perdieron la vida su bisabuela (de más de 90 años), quien viajaba en el puesto de copiloto, y su tía, que iba a su lado en los puestos traseros.