La historia de Maritza Quiroz, la incansable lideresa rural que murió por manos criminales en Santa Marta
Maritza Isabel Quiroz Leiva murió allá, en el campo; el lugar que siempre amó. Infortunadamente, su deceso no se dio por causa natural, sino por el actuar de asesinos que le segaron la vida.
Tal como ha venido sucediendo en Colombia, Maritza Isabel, como líder social, murió por los dos impactos de bala que le propinaron sujetos armados, quienes en la noche del pasado sábado ingresaron a su vivienda.
La lideresa, de 60 años y oriunda de Valledupar, era desplazada por la violencia. Junto con su esposo, se fue a vivir a Bajo Camagual, una vereda del corregimiento de San Pedro de la Sierra, jurisdicción de Ciénaga.
Allí, junto a su compañero sentimental y cinco hijos, vivían en una finca próspera, que les brindaba el sustento diario gracias a los cultivos de pancoger que tenían. Sin embargo, la familia recibió un duro golpe que los devastó, cuando antisociales mataron al esposo de Maritza. Nadie pensó que años después, la vida de la mujer tendría el mismo trágico desenlace.
En ese momento se vio obligada a llegar con sus pequeños a Santa Marta. La situación no fue nada fácil, pues les tocó vivir prácticamente de la caridad de algunas personas que les brindaban techo y comida. No obstante, Maritza no dejó a un lado las ganas de salir adelante y mucho menos de brindarles un futuro esperanzador a sus hijos.
Trabajó para educar a sus cinco retoños; les compraba libros y los orientaba. Y luego de años de muchísimo sacrificio, amor y entrega, logró que todos sus hijos (quienes hoy lloran la partida de una madre abnegada) se hicieran profesionales. Sus dos hijas son enfermeras; los varones, ingenieros.
Desde diciembre de 2013 se postuló a proyectos con el Gobierno Nacional; y tras salir favorecida, se marchó en el 2016 a la vereda San Isidro de la Sierra, en Bonda, por una iniciativa de la Agencia Nacional de Tierras (institución creada el 7 de diciembre de 2015).
En la zona rural de Santa Marta residía en una finca asignada por la Agencia para ella y otras nueve mujeres; a Maritza, le correspondió la parte donde estaba la casa y los cultivos cercanos a la misma; presuntamente, por lo anterior no era del agrado de algunas mujeres a quienes les tocaron otras parcelas alejadas de la vivienda.
Desde que llegó a San Isidro de la Sierra alternó las labores del campo con la vocería de la comunidad. Era una voz sumamente importante y siempre hizo saber los problemas que se presentaban en donde vivía.
Quiroz Leiva era suplente de la Mesa de víctimas de Santa Marta y líder de las mujeres víctimas de desplazamiento afro en la zona rural. Había recibido amenazas el año pasado y la Corte Constitucional había solicitado protección para su vida.
En la finca tenía cultivos de maíz, guandul, fríjol, cúrcuma, malanga, jengibre, yuca, limón, mandarina, maracuyá, papaya, aguacate, entre otros; también tenía carneros y rojas californianas, una especie de lombriz para producir abono orgánico.
Maritza era una mujer de muchas ideas e iniciativas. Siempre trató de que su comunidad se uniera para participar en convocatorias de proyectos productivos, pero generalmente sus intentos fueron fallidos.
La ciudad no le agradaba tanto como el campo, donde disfrutaba del silencio que solo era interrumpido por el correr de las cascadas, las quebradas y los cantos de las aves al amanecer.
Quiroz Leiva se despertaba a las 4.am., prendía el radio y de inmediato iniciaba los quehaceres. Era amante a estudiar y cuando bajaba a Santa Marta, descargaba contenidos educativos que veía o leía en el computador que sus hijos le regalaron.
Infortunadamente, para Santa Marta y el país, hoy en día ya no está Maritza; una guerrera de la vida que dio la cara siempre por su familia y la comunidad.
Se fue una lideresa incansable; una madre ejemplar; no obstante, el legado de Maritza Isabel no puede morir, debe seguir allí, germinando en el corazón de las personas, como las semillas que, en el campo, alguna vez ella misma sembró.
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