¿El fracaso deportivo del Unión es culpa del plantel o la sombra eterna de Dávila en la dirigencia?

El regreso del Unión Magdalena a la B no sorprendió a nadie en Santa Marta. El desenlace estaba escrito, partido tras partido, por una dirigencia que, según la hinchada y diversos sectores del fútbol local, renunció hace rato a competir en serio. La derrota 1-0 frente a Once Caldas solo fue el acto final de una crónica anunciada de improvisación, desinterés y decisiones que, lejos de buscar la gloria deportiva, parecieron diseñadas para justificar lo inevitable.

El máximo accionista, Eduardo Dávila Armenta, y el presidente del club, Alberto Mario Garzón, se han convertido en los principales señalados de un proyecto que volvió a colapsar. La afición recuerda que, antes de comenzar el torneo, el equipo ya estaba condenado: nómina limitada, refuerzos que nunca llegaron, técnicos que salieron por la puerta de atrás y una administración que jamás asumió responsabilidad real por los resultados.

Una caída que “convenía”

La pregunta que flota en el ambiente es incómoda: ¿a quién le sirve el Unión Magdalena en la B? Mantenerse en segunda división implica menor inversión, menos exigencia y, aun así, ingresos importantes por derechos de televisión, venta de jugadores, entre otras cosas.

“Descender no es un fracaso para ellos, es un alivio financiero”, “Lo bajaron a propósito”, replican con rabia cientos de hinchas que han colmado redes sociales con su reclamo. Para ellos, lo ocurrido no fue una desgracia deportiva, sino una decisión calculada.

Una dirigencia desconectada con la hinchada

La desconexión entre los directivos y la ciudad alcanzó niveles vergonzosos en julio cuando Dávila aseguró que “si quieren ver buen espectáculo, váyanse a Barranquilla a ver al Junior”. Esa frase quedó incrustada como símbolo de desprecio hacia quienes sostienen al club, incluso cuando los resultados son una bofetada a la ilusión bananera.

Santa Marta pierde, el negocio continúa

Mientras Santa Marta celebró 500 años, el equipo de su gente ni siquiera puede sostenerse en primera. Esta ciudad, que respira competitividad y talento, observa cómo el club se hunde entre la indiferencia de quienes lo administran y la nostalgia de quienes lo aman.

La conclusión que muchos comparten es brutal: mientras el Unión Magdalena siga manejado como un negocio privado sin compromiso deportivo, el descenso dejará de ser una excepción para convertirse en la regla.