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Recientemente, caminaba con un llave por lo que queda de las calles en Santa Marta, evadiendo huecos y charcos de aguas negras, y nos tropezamos con un grupo de personas que portaban camisetas y banderas del mismo color; además de eso, se veían exaltadas. Había dos posibilidades: fingían una emoción de esas que se compran o estaban pasados de productos energizantes.
Le comenté a mi amigo: “Fijo están inaugurando un Ara. Joda, ¿cuándo lo hicieron? Ni cuenta me di. Esa gente sí construye rápido. Ojalá fueran ellos los contratistas de la Alcaldía, a ver si terminan alguna obra en Santa Marta”. Pero nada, no era eso. Le pregunté al llave si no sería que el Unión jugaba contra el Envigado, pero me salió al paso con un: “Deja la película, por ahí tampoco es”. Como última opción, le dije: “Están promocionando una bebida energizante [no había otra forma de entender el viaje que tenían], vamos a que nos den una probada, porque con este calor la verdad es que sería hasta sabroso”.
Nos acercamos. Todo era baile y risas, y de una nos fueron regalando camisetas; tenían cajas llenas. Me dije: “Nojoda, coroné”. Pero de lo que tomaban ellos, nada. Después nos pasaron una planilla, así que creí: “Listo, ahora sí viene lo que es. Esta debe ser la encuesta para calificar la bebida”. Pero, qué va, tampoco. Me pidieron nombre, cédula y firma: “¡Cuánto protocolo por un agua con colorante, nojoda!”.
Mientras llenaba el formulario, comenzaron a hablarme del cambio. “Joda, ¿cambio de qué? ¿Cómo califico el cambio si no me han dado a probar la bebida para poder compararla con una Kola Román o una costeñita?”. Pero como me sentaron con un bollito, se me olvidó todo. Ella me comenzó a preguntar si tenía redes sociales y demás, para seguirme hablando del cambio. Le dije: “Mi vida, habla de lo que quieras”.
Después de tirar labia con el bollito, sí fue verdad que me agarró la sed, ¡y de la bebida nada! El amigo con el que iba se me perdió del radar. “Fijo le dieron algo y se fue calladito, no es por nada que le decimos ‘el cuarentiña’”, pensé. Luego me sentaron con un cansón que solo sabía decir: “El cambio, el cambio, el cambio” y que me pedía mi número de celular, dizque para enviarme cadenas de WhatsApp que pudiera compartir con mi gente. “Nojoda, no me lo preguntó el bollito para que venga este pendejón a joder”, murmuré. Le dije que nada, que yo no tenía celular inteligente, pura flecha, y lo abrí de una. Ya estaba amargado.
De ñapa, al rato nos invitaron a una reunión con tarima y sillas rimax a tutiplén. Había tantas sillas vacías que no sabía si sentarme o quedarme en la sombra, pero nos dijeron que si queríamos una bebida y refrigerio teníamos que sentarnos, que nos iban a hablar del cambio y de la equidad. “¡Equidad, el partido del Unión era contra Equidad, no contra Envigado!”, pensé de una. Pero, negativo. Después de un rato analizando a pleno sol, vi que a los líderes del evento los esperaba un séquito de personas en la sombra, en plan de lambones y no de hinchas. De repente, llegó un personaje en tremenda flotilla de carros. ¿Equidad? Joda, ¿cuál era la equidad?
Para resumir el tema, resultó que estaba metido en una reunión politiquera, aunque no se entendía bien de quién, porque el man parecía más un narrador deportivo, y no era claro si estaba bravo o si sufría un episodio de abstinencia por no tomar energizante porque repetía todo el tiempo: “Los de antes. Cambio. Equidad”. En medio de la perorata, le pregunté al vecino de silla: “Ey, ¿a este man qué le pasa que está todo acelerado y amargado? Me responde: “¿No sabes? Lo suspendieron por 12 años, al muñeco que tenía en la Alcaldía le dieron casa por cárcel y ya no está manejando la nómina ni la contratación. Se comenta que está perdiendo la fuerza para mover a los ciudadanos y las ciudadanas”.
Luego, entre risas, al ver mi cara de desconcierto, el vecino agregó: “Y ahora quiere ser candidato a la Gobernación. Están recogiendo firmas para continuar con ‘el cambio’ y apoderarse del Departamento”. Le dije: “¿Cuál cambio? Santa Marta es una ciudad sin agua, sin trabajo, sin vías decentes, sin planeación, sin educación; solo hay obras inconclusas por todos lados, un disque estadio de fútbol a medio terminar y sin rutas de ingreso, una mega-demorada biblioteca, puestos de salud en el piso o fuera de servicio, un parque del agua [sí, no es un chiste] en una ciudad donde no hay agua, solo inseguridad. ¡¡¡Nojoda!!! Acá no hay nada, la única obra que terminaron fue un búnker en Mamatoco”.
Me levanté de la rimax y les dije que tacharan mi firma. Luego lo pensé mejor y la terminé borrando yo mismo, porque en ellos no creo es nada, y me alejé gritando: “¿Cuál cambio? ¡Lo que tienen es hue…vo!”.
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