Unimagdalena: ¡Qué no les vean la CDP!

En el año 2013, el Pibe Valderrama se le metió al despacho al entonces alcalde de Santa Marta, Carlos Caicedo. El máximo representante de la historia del fútbol colombiano -cargado con su auténtico desparpajo para decir las cosas- llegó precedido por la comunidad de Pescaíto para reclamarle al nuevo mandatario local una solución definitiva para las aguas negras, un problema que históricamente ese barrio ha tenido que ‘tragarse’ a las malas, cuando llueve y cuando no.

Caicedo, que ya cumplía un año en un cargo de elección popular al que llegaba impulsado por un voto de opinión que reclamaba cambios, recibió al Pibe a puerta cerrada, lo calmó y lo sentó a su lado ante una prensa expectante.

Ondeando un papel con su mano, Carlos Caicedo y su ‘tocayo’ mostraron el CDP (Certificado de Disponibilidad Presupuestal) con el cual aseguraban que Pescaíto tenía pisados más de 5 mil millones de pesos para una solución definitiva al problema de los rebosamientos de aguas negras.

Les echo todo este cuento para dar un salto radical y contarles otra vaina: un salto de alcalde y un salto del tema. La alcaldesa ahora es Virna Johnson y el tema es la gratuidad de la Unimagdalena…

Pues resulta que, hace más de un año, cuando la pandemia nos agarró a los colombianos y nos doblegó en una mezcla de muertes y de crisis económica y social, la alcaldesa de Santa Marta hizo el compromiso público de hacer un aporte de 3.500 millones de pesos que servirían para la gratuidad de la Universidad Pública del Magdalena. Una ayuda que, de materializarse, sería un gran alivio para las familias pobres, pues, tan solo en la Unimagdalena, más del 90% de los estudiantes pertenecen a familias de los estratos 1, 2 y 3… ¡En gran porcentaje samarios! (Mira el tuit de Virna aquí)

Pero el tiempo pasó y las promesas parecían quedarse en el aire. El rector de esa universidad, Pablo Vera Salazar, no envió una, ni dos, ni tres, sino 7 solicitudes para recordarle a la alcaldesa Johnson su compromiso con los estudiantes. ¡En todas hubo silencio!... Hasta hace poco, cuando -gracias a una tutela- un juez de la República le dio 48 horas a Virna Johnson para que responda de una vez por todas si planea o no aportar a la gratuidad de la universidad pública y las familias vulnerables.

En un oficio enviado al juez (míralo aquí), la alcaldesa dijo que “en los próximos días” -sabrá Dios cuándo- sí piensa destinar $3.000 mil millones (500 millones menos de lo prometido) a un fondo de educación que tiene el gobernador del Magdalena, y que de allí se redistribuiría la matrícula de los estudiantes. La prueba fehaciente de la mandataria para garantizar el pago fue… ¡un CDP!

Los 4 Gatos que me leen no tienen ni que preguntarse qué tienen que ver estas dos historias, pues la respuesta está en el texto. Tanto en la historia del Pibe, como en la de los estudiantes de la Unimagdalena, el documento salvador, ese que sirvió para calmar los ánimos y dar esperanzas fue el mismo: ¡El certificado de disponibilidad presupuestal! Que no es más que un documento público que dice: ¡La plata la hay!, pero no más de ahí.

Del CDP a la materialización falta un paso, y este se llama ¡Voluntad política! ¡Años después de que el Pibe Valderrama se hubiera sentado con Caicedo, sus reflexiones sobre aquel tema -tal como lo contó a un periodista de Radio Magdalena- fue tan claro y contundente como este!:

Audio completo de la entrevista del Pibe en el año 2015 (aquí)

Al Pibe lo engañaron…

y lo que busco yo con este blog -sin contarles tanta vaina- es llamar a los estudiantes de la Universidad del Magdalena e incitarlos a que se apropien de sus luchas, a que exijan las promesas que les hacen…

¡Estamos en tiempos de marchas, de inconformismos! Que se note entonces un jalón de oreja para nuestros gobernantes, que creen que haber sido elegidos les da derecho a manejar los recursos públicos como si la plata fuera de ellos.

Si no se avispan, terminarán como el Pibe Valderrama y el barrio Pescaíto que, 8 años después de haber sido engañados, el único CDP que aún existe es el que les ven Carlos y Virna.

¡A despertar!