Internet atomizó las comunicaciones y la vida

Sí, el internet atomizó la comunicaciones y ahora el periodista soy yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos… Para bien o para mal el desarrollo tecnológico volvió añicos el monopolio de las noticias y en el ciberespacio hay medios informativos por millares, narraciones por montones para todos los gustos, y se podría decir que cada ser que dispone de un celular es un comunicador al acecho y un paparazi en potencia; listo para obturar su cámara ante cualquier movimiento que le llame la atención o le parezca sospechoso.

A los animales, racionales e irracionales, el instinto de vida y de sociedad nos hace comunicativos. Hay naturalistas que van más allá y sostienen que esa extensión también se da en elementos como las plantas, las aguas, el viento, las montañas y las nubes entre otros. Imagino que ese instinto natural es lo que ha llevado al hombre a querer comunicar o mostrar a los demás todo lo que hace o lo que le rodea.

Quizás muchos seres humanos se encontraban reprimidos a punto de explotar, querían mostrar sus hazañas y acciones al mundo, pero estaban supeditados al cernedero, los caprichos o conveniencias de los grandes medios. Las comunicaciones comenzaron a avanzar a la par con la tecnología hasta llegar a lo que son hoy, un mundo infinito e incontrolable.

María Lorena no sobrepasa los 30 años, es madre soltera y trabaja de seis de la mañana a seis de la tarde. Asegura que sufre de estrés y depresión y su principal aliado en el manejo de esos difíciles estados que genera su enfermedad han sido las redes sociales. Dice que allí se sumerge para enterarse de lo que está pasando; intercambia opiniones y sobre todo para desahogase. Y esa descarga emocional la puede hacer contándole al mundo su estado de ánimo, haciéndose partícipe de triunfos y derrotas o criticando a otros cibernautas.

Así como María Lorena podemos encontrar miles de millones de usuarios en internet, y otros miles de millones montando todo tipo de información, delinquiendo o tratando de engañar a incautos y distraídos, porque en este mundo infinito hay de todo y para todos.

El Mello, un vendedor de la galería comercial del mercado público de Santa Marta, estuvo a punto de ser linchado por sus propios compañeros y por una multitud sedienta de violencia que con sus celulares grababan una riña de dos amigas que se peleaban por diez mil pesos. El gran pecado de El Mello fue apartar a las dos mujeres para que no se siguieran golpeando. En las grabaciones de la pela que fueron montadas en redes sociales se escucha con claridad los improperios y las amenazas que le lanzaron a ese buen samaritano. El Mello es un ejemplo digno de imitar, pero en aquel momento para esa multitud fue el lunar del sainete.

La gente se pelea y hasta arriesga su vida por grabar riñas callejeras, imágenes violentas de accidentes y todo tipo de aconteceres grotescos, saben que con su publicación en las redes sociales pueden salir del anonimato, generándoles reconocimiento no solo por los miles de me gusta y comentarios que los cibernautas hacen alrededor del hecho publicado sino también porque buena parte de los grandes medios de comunicación nutren su agenda con ese material.

Para ciertos especialistas en lenguaje y comunicaciones, ligados a las tradiciones, las redes sociales nos han descuadernado como sociedad, mostrado en muchos un desprecio como seres humanos, no solo por publicar hechos atroces y degradantes sino por estar más atento a interactuar a través del celular que con los presentes o en grabar que en auxiliar o prestar apoyo a un semejante en una situación difícil.  

Soy de los que cree que en un amplio porcentaje en nuestra sociedad son más los beneficios que los perjuicios que pueden generar las redes sociales y los avances tecnológicos en las comunicaciones. Hoy se podría decir que no hay verdad oculta. Aunque también es cierto que las falsas noticias tienen una fácil y amplia acogida y se multiplican más rápido que una verdad.

Está demostrado, que las llamadas “Fake news” se multiplican a la velocidad de la luz y sus estragos son difíciles de borrar. En fracción de segundos una noticia falsa recorre el ciberespacio universal y genera más impacto que un hecho real y bien narrado.

Asimismo, los avances tecnológicos y la facilidad de crear medios de comunicación han calentado el debate sobre las diferencias que pueden existir entre comunicador y periodista. Soy de los que sostiene que la gran mayoría de los seres humanos podemos ser comunicativos por naturaleza más no periodistas, dándole a éste último un peldaño más alto en esa escala, al suponer que se ha preparado para investigar, discernir y comunicar con la mayor objetividad posible un hecho noticioso.