En la pasada V Cumbre Mundial de Comunicación Política que tuvo lugar en la mágica Cartagena de Indias, se dieron cita los más prestigiosos consultores, asesores y analistas políticos principalmente de Latinoamérica y algunos países de Europa. El objetivo de este espacio académico es debatir sobre temas de comunicación política importantes tanto para desarrollar campañas como para visibilizar una gestión de gobierno. Temas, cada vez de mayor interés para los líderes políticos de nuestro país.
Política 2.0, marketing y estrategia política, entre otros, fueron los temas abordados por los panelistas a un auditorio de más de mil personas. Público entre el que se encontraba un número pequeño, pero no insignificante, de gobernantes en ejercicio, asesores y futuros candidatos. Todos deseosos de escuchar la fórmula y el secreto para llevar a cabo una campaña política victoriosa.
La conclusión y a modo de resumen para quienes no tuvieron la oportunidad de estar allí, es que: el secreto es, que “No hay secreto”. No existen gurús – a pesar de que algunos así se presentan- que conozcan la fórmula mágica; ni manuales infalibles para hacer política y resultar elegidos y/o conseguir altos niveles de aceptación.
Asistimos a una revolución de la opinión pública. Una inteligencia cívica que exige líderes que sepan enfrentarla y salir bien librados. Hoy, los interesados en temas políticos se informan, opinan e interactúan, generando redes que en ocasiones pretenden cogobernar.
Si bien las redes sociales son la actividad número 1 de los internautas – desplazando incluso a la pornografía de este primer lugar -, aunque Facebook congregue más de 200 millones de personas y Twitter sea en la actualidad la principal fuente de noticias del mundo; una de las grandes verdades es que si bien, desde ahí se visualizan y observan grandes fenómenos de opinión, la elección se gana en las urnas.
Es por ello que actualmente y por mucho tiempo - se esperaría que para siempre- la mejor estrategia para hacer política es la de las tres S: Suelas, saliva y sudor. Claramente de la mano de buenas ideas y de un buen trabajo. La diferencia entre un buen y un mal candidato o gobernante radica en las cuestiones que parecieran más básicas. A continuación, algunas de ellas.
Los buenos líderes se preparan con tiempo, investigan, tienen una visión y un plan, son disciplinados, definen un mensaje a partir de una idea de fuerza (No hablan de todo y de nada como muchos malos políticos) Son valientes, corajudos, están dispuestos a todo: caso Leopoldo López en Venezuela. Y trabajan por aire, tierra y agua, porque saben que nada supera el contacto directo. Así las cosas, antes de dar un voto vea la suela del zapato de su candidato a ver si se lo merece.
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