La historia de Delia Meza: mamá y estudiante de la Unimagdalena a los 48 años

“¿Quién dijo que a estas ‘alturas’ no se puede estudiar? Sí se puede, mi niña”, expresó Delia Meza, de 48 años, quien cursa quinto de semestre de Licenciatura en Informática en la Universidad del Magdalena. Para esta mujer pujante, soñadora y llena de energía, convertirse en licenciada significa escalar un peldaño más de su proyecto de vida; puesto que, ya cumplió la meta más importante: la de ser una madre abnegada.

Meza tiene dos hijos: Una mujer de 25 y un joven de 21. Ellos son su mayor motivación; por eso, quiere que la vean como un ejemplo a seguir. “Mis tesoros saben que todo lo que he hecho es por y para ellos. Eso me llena de mucha satisfacción”, dijo.

Ella, aparte de estudiar, también trabaja en la oficina de Desarrollo Estudiantil del Campus. Allí, cumple funciones como la de ser monitora después de clases. Ayudar a otros la llena de orgullo.

A las 2:00 p.m. mientras espera a un grupo de alumnos muy especiales, se sienta en la nueva cafetería a repasar la lección que impartirá en un rato. Es semana cultural y el ambiente agradable, compuesto por estudiantes alegres, música alta y juegos no la desconcentran, aunque se detenga a contemplar el panorama por unos instantes.

“Sí, yo quisiera irme a recorrer los stands, pero debo esperar a estos muchachos que tanto lo necesitan”, afirmó. Estos estudiantes, son un grupo de sordos, que están por llegar para recibir una tutoría sobre una asignatura relacionada con la educación.

Su instinto maternal la hace ser paciente. Entre lecturas y algunas revisiones del Whatsapp para saber si sus pupilos y la intérprete están cerca, comenta que su vida ha sido una montaña rusa de emociones. “Tuve a mis hijos muy joven. La primera a los 22 años y fue el regalo más hermoso. A mí me apasiona la docencia; pero, lo postergué porque primero quise dedicarles todo el tiempo del mundo a ellos”, relató.

Delia confiesa que uno de sus sueños frecuentes es el de tener un colegio. Tal anhelo, se hizo más fuerte cuando ayudaba a sus niños con las tareas. Ella se encargaba de motivarlos para que fueran mejores. “Por ahí dicen que detrás de unos hijos excelentes, hay madres entregadas”.

Después de esperar y esperar en ese lugar, ella decide subir la biblioteca, pues las ‘goticas’ de lluvia son señales de que se avecina un aguacero. Allí decide esperar un rato más y, por su puesto, continuar con su relato. “Cuando mis hijos estaban pequeños, tuve un problema grande con el papá. Hubo un tiempo en el que me tocó sola y salir de la mala situación. Me la guerreé”.

En ese tiempo, en los que asumió el rol de madre soltera laboró en cargos públicos; además, en una ocasión, se le midió a trabajar como independiente. ¿Su único fin? Que a sus dos retoños no les faltara el pan para llevarse a la boca.

Su familia tampoco la apoyó, debido a varios conflictos familiares. “Mi papá me quería mucho por ser la menor y ello generó cierto resentimiento. Cuando él falleció, me dieron la espalda. No se imagina el ‘estrellón’ tan grande que me pegué”, puntualizó.

Hacer parte de los 12,3 millones de madres cabeza de familia en el país (Cifra del Dane) nunca la avergonzó; al contrario, la hizo ‘ponerse los pantalones’ y convertir lo negativo en positivo; de hecho, esa es su filosofía de vida. Esto lo aplica para cada aspecto y contexto.

Varios años después decidió poner un negocio de comidas rápidas, que le dio buenos dividendos y así logró mitigar la crisis; no obstante, una de las pruebas más difíciles estaba por venir.

Un carro, que pasaba a toda prisa, por poco le arrebata la vida. “Recuerdo que un vehículo me arrolló y quedé tirada en el pavimento sin poder moverme. Pensé que iba a morirme. Lo más triste es que esa persona huyó en vez de auxiliarme”, manifestó.

Por ‘fortuna’ solo una de sus piernas se vio afectada. Sin embargo, el fémur, la tibia y el peroné, los huesos de esta extremidad demoraron varios meses en volver a su estado normal. “Me veía en una cama, sin poder moverme y solo pensaba en mis hijos. Ellos no me dejaron sola ni un minuto”.

Después de la tragedia, su ex cónyuge regresó a casa. A partir de allí, se propuso velar por ellos y apoyar a Delia… especialmente en la idea de volver a estudiar y ser licenciada, uno de sus sueños en pausa.

Hace dos años y medio, se inscribió en la universidad y junto a siete mil 149 aspirantes presentó el examen. Ella, aunque iba en muletas, producto de aquel impase se sentía confiada. Sabía que iba lograrlo y … ¡Lo logró! Porque, no solamente fue admitida, sino, que obtuvo uno de los mejores resultados.

Su excelencia académica y carisma la han mantenido entre los mejores de la clase. “Mis compañeros se sorprenden, porque me va muy bien. Yo les aconsejo que estudien y que valoren el esfuerzo de sus padres”.

Casi al final de su relato de vida, suena el teléfono. De inmediato, baja a recibir a las personas que estaba esperando. La tempestad postergó el arribo de Azucena, la intérprete y de Darlis, una chica brillante.

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Con alegría llegaron a la clase y el intercambio de señas y palabras no se hizo esperar. Meza, con toda la calma, dulzura y paciencia del caso, explica varios artículos relacionados con los derechos de la niñez. Aunque entiende poco el lenguaje de la estudiante, ya aprendió lo básico como para saber si la información que transmite fue comprendida.

En esta labor consiguió hijos nuevos a quienes trata con amor, respeto y mucha tolerancia. “Yo me tomo el trabajo de resumirles la clase, de desmenuzarles los textos y de ayudarles en lo que necesiten. No lo hago por obligación, sino porque vocación”, señaló.

En uno de los descansos, ella manifiesta que todos sus propósitos la llenan de vitalidad; incluso, ahora tiene una razón más por la que luchar: una de sus pequeñas nietas, quien padece anemia por deficiencia de hierro, una enfermedad que disminuye la creación de glóbulos rojos y perjudica a 269 mil personas en el planeta, de acuerdo con la Revista Cubana de Pediatría.

Por ayudar a su nieta dice que se convierte en una mamá al cuadrado. Por eso, no está dispuesta a dar ni un paso atrás. Hasta donde sus fuerzas alcancen ella luchará para ayudar a sus hijos y ser la columna vertebral de su familia. Ese rol no lo cambiaría por nada en el mundo.