Revelan crueles detalles del calvario que sufrió Melissa Martínez en su secuestro
Rigoberto Rojas, exparamilitar entrenado por el mercenario israelí Yair Klein, fue el encargado de planear todo un operativo de secuestro contra la sobrina nieta del nobel de literatura, Gabriel García Márquez, Melissa Martínez García.
En una investigación de El Tiempo, desarrollada por la periodista Salud Hernández Mora, se conocen detalles escalofriantes de lo que tuvo que pasar la joven durante el calvario del secuestro.
Fue el 23 de agosto del 2018 que el país conoció la noticia del secuestro de una persona que por ser familiar de un personaje tan ilustre y famoso como lo fue ‘Gabo’ no pasó desapercibido pero, este es un flagelo que ha afectado a miles de personas en Colombia.
Buscar la libertad de la sobrina nieta del nobel se convirtió en un objetivo militar y prioridad para las autoridades, es por eso que, para cumplir con esa misión, la Policía realizó operativos en Palmor, un pequeño corregimiento cafetero de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Pero, mientras la Fuerza Pública la buscaba, ¿qué tuvo que vivir Melissa Martínez? Se supo que, la joven vivió un verdadero infierno y el diablo era Rojas, junto a su clan, unos muchachos que el pueblo jamás imaginó que harían semejante barbarie.
Cuenta Salud Hernández en su artículo de El Tiempo que a Melissa Martínez sus captores la humillaban y amenazaban constantemente con matarla. Incluso llegaron a decirle que lo harían el 24 de diciembre.
La joven que administraba una finca cafetera fue sepultada durante veinte días en un pequeño e incómodo hueco hasta donde cruelmente sus secuestradores le llevaban la comida y un recipiente para que la joven hiciera sus necesidades.
Pero antes de todos estos tratos inhumanos, Martínez fue dejada a su suerte durante varias semanas en una casa abandonada donde los insectos por poco se la comen viva, para finalmente pasar a vivir temporalmente en una cueva, lugar hasta donde llegaron a rescatarla.
Como si se tratara de un perro, le escupían los alimentos y como si esto no fuera semejante castigo para alguien que en su vida pensó vivir estos horrores, la obligaban a mezclar los alimentos con orines debido a los rechazos de la mujer para comerse la comida.
“Mátenme, que me hacen un favor. O denme una pistola y yo me mato”, suplicó en algún momento de su secuestro Melissa, harta de los maltratos y las humillaciones, según contó un investigador del caso.
Un año después del secuestro de la nieta de ‘Gabo’ en Palmor los habitantes todavía no creen lo que pasó en esas tierras cafeteras donde la paz y la tranquilidad reinaban, aparentemente.
Los lugareños confesaron que las personas que le siguieron los malos pasos a Rojas parecían gente de bien. Sobre esto, un comerciante que se reserva su nombre expresó “ha marcado al pueblo, aquí prácticamente somos una sola familia, nos conocemos desde siempre. Es la hora en que uno todavía se pregunta qué les pasó, por qué se metieron en eso. Si hubiesen sido otras personas que se la ganaran fácil, uno lo creería. Pero todos son muy trabajadores. Y muchos aún esperan que los dejen libres”.
“Si eran campesinos buenos que cayeron en una trampa, ¿por qué fueron tan crueles con una cautiva indefensa?”, pregunté Salud Hernández a varias personas, una pregunta que no supo ser contestada más allá que con el silencio.
Las personas que allí viven piensan que a lo mejor, Rojas engañó a esos pobres e indefensos muchachos.
“Uno sabía que tenía su pasado, pero pensamos que estaba en Justicia y Paz y quería cumplir a la gente por los daños causados”, contó Ariel Barreto, presidente de la junta de acción comunal. “Rojas entraba a Palmor con la Fiscalía para entregar los terrenos que decía que iba a dar a las víctimas”, agregó.
“Lo cierto es que si corona el secuestro, hubiese tentado a otros muchachos. Es una economía tan precaria que quizá alguno más habría caído”, expresó otro vecino.
Pero el secuestro es tal vez el caso más visible que hizo retumbar en los colombianos el nombre de Palmor, pero lo cierto es que son tantas las problemáticas y el olvido del Estado.
“Cada semana arrojan desechos orgánicos y los de los químicos de pesticidas y fertilizantes a la quebrada Palmor. Igual ocurre con otros corregimientos de la Sierra, es un problema delicado” señaló un habitante, además de contar que son ellos mismos quienes han logrado pavimentar algunas pocas calles.
Planeación del secuestro y otros detalles
Rigoberto o Rigo, el último cabecilla del ‘clan Rojas’, había vuelto a mitad del 2017 a Palmor, luego de estar nueve años en la cárcel. Aunque vivía en Barranquilla, iba a Palmor hasta la finca cafetera de Otoniel Barreto, un hombre de 68 años quien lo tenía al tanto de todo lo que pasaba y quien además hacía las veces de conciliador de las peleas que allá se presentaban.
Se suponía y así lo creían sus paisanos que Rigo estaba ‘juicioso’ y empeñado en devolver tierras a la Agencia de Reintegración pero para el Gaula esto solo era una fachada para levantar de las cenizas toda una banda criminal y planear el secuestro.
Entre los tentáculos de ese maldadoso pulpo criminal que era Rigo cayó Eliécer Peñaranda, quien según El Tiempo es un caficultor y ganadero de 48 años. Un hombre casado y con seis hijos, aparentemente buena persona.
Pero Peñaranda resultó cobrando 300 millones de pesos por prestar la finca donde más tarde llevarían a Melissa, además de colaborar en varias ocasiones en ese secuestro.
A ellos se sumó uno de sus sobrinos, además de un hijo de Otoniel, el anciano que antes mencionamos y a quien asesinaron.
Pero nadie en el pueblo podía creer que sus vecinos, familiares o amigos, humildes campesinos y cafeteros se pudieran sumar a tan macabro plan. Sobre esto, el diario nacional menciona a un caficultor que manifestó en cierto momento que esto era “una vergüenza para el pueblo. Si el papá de Eliécer viviera, se muere de pena moral, era un señor honesto que trabajó para darles estudio a los suyos”.
“El problema de Palmor es que es una economía muy precaria, la gente trabaja mucho y gana lo justo para vivir. La temporada de café son cinco meses, y los otros seis es esperar y sobrevivir con ahorros”, comentó por su parte el presidente de la junta.
Mientras allá se planeaba el secuestro de Melissa Martínez, en Santa Marta un tal alias Barranquilla era el encargado de seguirle los pasos al padrastro de la joven, para quien había trabajado porque es que para alas personas sin valores no vale el agradecimiento y son capaces de morder la mano de quien les dio de comer.
Y fue así como raptaron al padrastro de Melissa en la Zona Bananera y lo llevaron hasta las montañas de Palmor donde la presencia de militares y policías resulta hasta extraña.
El 23 llegan hasta los alrededores de la finca donde Melissa trabajaba, la ven sola y al principio están cocnfundidos, creen que es su madre y no ella.
Interceptan la camioneta y a la fuerza se la llevan hacia la Sierra. En un punto de ese recorrido cambian de vehículo y la camioneta de la joven la llevan hasta Minca, donde Los Pachencas hacen de las suyas.
Abandonan ahí el carro, y llegan hasta Palmor. Melissa está asustada, no entiende qué pasa, solo siente miedo.
Sus captores pidieron 5 millones para dejarla libre, sana y salva y mandan la primera prueba de vida.
Pero contarlo y escribirlo es una cosa que nadie que haya vivido el secuestro seguramente puede imaginarse los horrores que vivió Melissa, que solo es la cara de cientos de miles de colombianos que han vivido esto y cosas aún peores a causa de la guerra, la violencia, la avaricia, el dinero, maldito dinero.
A Melissa Martínez la rescataron cuatro meses después de ese infierno en una arriesgada operación donde incluso hubiera podido perder la vida, pero era eso, o seguir viviendo los tratos espeluznantes de Rigo y su combo.
El cerebro del secuestro y once de los cómplices fueron capturados y están a la espera de recibir la pena por los delitos de secuestro agravado.
Una vez en libertad siguió el calvario para Melissa
Creyendo tal vez que todo iba a volver a la normalidad, claramente con las secuelas que deja un secuestro, pero ya libre, por fin libre, no paró el calvario para esta joven.
Después de estar tres meses y 23 días secuestrada y tratar de volver a su vida ‘normal’, la sobrina del Gabriel García Márquez, Melissa Martínez, fue amenazada de muerte y por miedo salió del país.
Según El Tiempo, la magdalenense que trabajaba como administradora de una finca en Zona Bananera, saliendo de su vivienda fue interceptada por unos motorizados, quienes la amenazaron de muerte.
Su padrastro, Miguel Lamus, confesó que la sobrina de ‘Gabo’ de los nervios no supo explicar detalladamente lo sucedido y que ellos de inmediato organizaron todo para sacarla del país.
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