La teoría de la importancia del amor en un ser humano empieza desde ese primer contacto piel con piel cuando el bebé nace y la enfermera, o la partera, que lo recibe lo limpia un poco y se lo acerca a la madre para empezar a crear esa primera conexión de emociones con un vínculo fuerte y sano. Luego, vas creciendo y conoces otro entorno.
Empiezas a ver que hay otros iguales a ti y que tus padres, o las personas que ves cuando vas creciendo, dicen que te pareces a otro. Qué te pareces a tu papá, tu mamá, tu tío. Consciente o inconscientemente, siempre se tiende a relacionar tu desarrollo con tu entorno. No tiene nada de malo cuando te vinculas a un espacio, el problema empieza cuando aparecen unos estándares de calidad a cumplir. Cuando sentimos esa necesidad de hacer, de lograr lo mismo que hizo o logró esa persona con la que nos están comparando.
Se empieza a construir un trauma cuando siento la necesidad de cumplir con una meta. Quizás en algún momento no la entiendo (porque realmente no es una meta mía, la imponen los demás sobre mí), pero siento que tengo que hacerlo.
Cuando estoy entre los siete y los diez años, empiezo a ser consciente de las cosas de la vida, de mi cuerpo y de mi entorno. Empiezo a escuchar las primeras negativas y los primeros elogios respecto a esto. Veo que me dicen que tengo que cumplir con la escuela, sacar un diez y ser la mejor, porque necesito ser buena, necesito ser la mejor. Cuando llego a casa papá o mamá me dicen que soy buena porque saqué la nota que esperaban y no me dicen que lo hice bien porque estudié y porque me esforcé mucho. Por suerte, también comienzas a notar que tu esfuerzo debe ser reconocido, no solo el resultado.
Cuando ingresamos en la edad adulta, empezamos con esa necesidad de ser competitivos. Ya no solo estoy con la necesidad de que papá o mamá me validen, sino que la escuela, mi trabajo y hasta mi pareja lo haga.
No se trata esta situación de echarle la culpa a alguien, se trata de empezar a sentarte y mirar tu desarrollo, mirar el esfuerzo que has hecho; mirar que es importante el proceso, mirar las cosas que deseas hacer, mirar todo lo que has conseguido. Tomate el tiempo para valorar el proceso, para valorar tu esfuerzo. No importa el resultado, porque en tanto y en cuanto estés consciente que diste todo lo que, en ese momento y bajo esas circunstancias específicas, pudiste dar. Esa debe ser tu victoria; saber que baja unas condiciones que no son iguales a las de tu entorno, diste todo.
Con esto no quiere decir que debes conformarte, al contrario. Debes tener tus propias metas (no las que te imponen los demás) y cada vez que tengas la oportunidad de cumplirlas, dar lo mejor de ti. Si, por cualquiera sea la razón, no salió todo como, tal vez, lo habías planeado, tómalo como una nueva oportunidad; una oportunidad para hacerlo nuevamente, dar nuevamente el %100 con el plus de experiencia que adquiriste. Las victorias serán cada vez más grandes, ¡tú puedes!
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