
4:00 de la mañana. El olor a ganado se siente en el ambiente. Botas, rejos para amarrar, balde en mano, ‘burro’ (banquito de madera) y toda la disposición para otra jornada cargada de responsabilidades laborales y como estudiante. Así empieza el día para Álvaro Luis Herrera Pérez.
Ordeñar reses: unas ariscas, otras mansas, es la primera tarea del joven de 17 años, que vive en Los Andes, corregimiento del municipio de Guamal, Magdalena. Terminada la labor, es hora de bañarse, desayunar y partir al colegio.
Libros, lapiceros y lápiz en la mochila. Sin embargo, no hay transporte para llegar a la institución ‘María Auxiliadora’. Pedir ‘colita’ a alguien que pase en moto, la misión.
Después de una espera de varios minutos, siempre hay alguien dispuesto a ayudarlo. Quizá no sea la misma persona todos los días, pero cuenta con el auxilio de algún motociclista que le brinda el ‘chance’ hasta el colegio.
Álvaro cursa grado décimo, y aspira a graduarse el próximo año con buenas calificaciones. El joven, quien quedó a cargo de sus abuelos paternos a los 4 años, está acostumbrado a una vida independiente. En especial, desde principios de este año, cuando vio la necesidad de buscar una fuente de ingresos que le permitiera comprar implementos necesarios para el día a día; y, sobre todo, para pagar los útiles escolares que son su mejor herramienta.
El principal motivo por el cual no vive con sus abuelos es porque, tal como afirma Herrera Pérez, su “abuelo no gusta de nietos hombres” y decidió salir del hogar. Por esta razón, trabaja a medio tiempo en una finca ubicada a ocho kilómetros del lugar de sus estudios.
Diariamente, al llegar de su jornada académica, se dedica a jardear el ganado, cortar leña y echar agua. Oficios que lo mantienen ocupado hasta casi llegar la noche. Posteriormente, come, toma un baño y se dirige a una finca vecina donde vive un compañero, con quien realiza los trabajos pendientes de la escuela.
Poco contacto tiene con sus padres; a su madre, la volvió a ver hace cuatro años, es decir, nueve años después de haber quedado a cargo de sus abuelos. A pesar de su soledad y las pocas muestras de afecto recibidas, siempre hay en Álvaro una motivación diaria para seguir luchando por un mejor futuro.
Así mismo, es consciente que el sacrificio algún día tendrá su recompensa. Compaginar trabajo y estudio, no ha sido fácil, pero el futuro vislumbra positivo. Su sueño es continuar formándose; no basta con el bachillerato. Con una carrera profesional, las puertas se abrirán para cambiar radicalmente el estilo de vida de un chico que ha afrontado duros reveses desde temprana edad.
