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17 de Abril de 2016

En Locombia, dótor es cualquier hijo pródigo

En el país que busca ser el más educado, de la ciudad otrora llamada Atenas Sudamericana, había una vez un señor, de larga figura, barba blanca y hablado gomelo, con un ego más elevado que su metro, que se autodenominaba Doctor, sin haber hecho el mínimo esfuerzo académico para conseguirlo. El frabulloso día en que se conoció que no era ningún PHD, ni tonto ni perezoso, el muy HPD, eliminaría de su hoja de vida de la Función Pública la mención correspondiente mientras contaría con que todo seguiría igual. Pero la telaraña social, lo embistió. Es irrelevante, pensaría en su volvor polarizado, en las 2 horas y media de trancón de regreso del sur, cuando vio un separador en el que detrás salía humo, y gruñiría sorprendido: ¡Vieron, están fumando hierba! y era basura quemada, en la zona de recolección que les habrían sectorizado a operadores privados. Ya en su despacho, bajo la sombra del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada que había reemplazado al cuadro de El Libertador Simón Bolívar, cruzó la última página amarilla de las “tesis” de su libro blanco, mientras le echaba la culpa a su antecesor hasta de que la gente coreara su nombre, cuando querría ganar indulgencias con camándulas ajenas de las casas y apartamentos que había entregado en uno de los sectores más segregados de la nación. Usme son puros potreros, como la Reserva Van der Hammen, ¡Qué urbanicen¡, gritaría como la reina de Corazones del país de las maravillas cuando sentenciaba: ¡Perderán la cabeza! ¡llamen a la SS, llamen a la Secretaría de Seguridad, que necesito liberar estrés, despojando a los vendedores ambulantes!, ¡callen a las encuestas, los últimos serán los primeros!, ¡Acá no hicieron nada!, ¡no hicieron casas, ni colegios, ni jardines infantiles!, vociferaría energúmeno, mientras guardaría la tijera enchapada en oro para cortar cintas y el jabón antibacterial que llevaría a los eventos para aplicárselo abundantemente, después de abrazar y darle la mano a tanta pueblamenta, huich no.  

En Colombia, Doctor no es cualquiera. Del poco más del 10% de los estudiantes, que ingresan a la educación superior colombiana en la que sólo el 14% de universidades están acreditadas, con sólo 3 de éstas en el top 500 del mundo, en una cobertura nacional que se acerca al 46%, con un significativo avance en 600% en acceso a técnicos y tecnológicos, (Informe Nacional de Competitividad 2014-2016), óiganlo bien, sólo el 0,59% de profesionales culminan su ciclo doctoral; con un acumulado histórico de titulados, incluyendo academia internacional, en los últimos 20 años de 1.250, poco más de 258 de los cuales se han graduado al año en las últimas vigencias cerca de 200 doctorados en las universidades nacionales, en las que menos del 6% de sus docentes universitarios son doctores, en un país en que culminan el mayor grado académico 5 profesionales por cada 100.000 habitantes. (http://agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/article/colombia-sigue-reza...) y un 20% de los profesionales desempleados duran un año sin conseguir trabajo y cuando se enganchan por primera vez, el promedio es de dos y medio salarios mínimos de honorarios.

De las y los investigadores que parten a estudiar un doctorado, muy pocos vuelven al país a aportar su experiencia y formación, asociada a la productividad nacional. En gracia de discusión y de golpe, hasta serviría para una investigación de tesis doctoral, señores que se hacen llamar “gerentes” de lo público: ¿cuántos negocios, comercios, servicios en nuestro país, se han fundado a raíz de una investigación dirigida por una o un PHD?

Cuando regresan, las y los doctores de marras, empiezan a comprender que es muy difícil integrarse a la dinámica académica y económica colombiana. Es obvio, que encuentran espacio en las universidades que los apoyaron, para avanzar en su acreditación, con cláusulas de retorno y exclusividad, muchas veces representando un costo menor en salario que la inversión en sus estudios, que incluye los altos precios de manutención en otro país que muy poco aplican en una beca, cuando se logra acceder a ésta o a un crédito de por vida o sólo poder ir si se es rico; y para rematar, muchas veces, al devolverse, les corresponde trabajar plazos equivalentes o superiores a los de 3 a 5 años que les toca estudiar de manera presencial aunado al tiempo de investigación de la tesis, y si trabajan por servicios de cátedra, da grima los estímulos que existen para la o el doctor. Entre otras cosas, si se meten a la compleja enramada de los proyectos de regalías en ciencia y tecnología, se encuentran con muros infranqueables, como la compleja red clientelar, quizás omnipresente, en muchas esferas de las pocas posibilidades de ascenso social en este país. 

Irse a estudiar al exterior como el hijo pródigo, no es cualquier cosa tampoco, el desarraigo de sus costumbres, familia, trabajo, amigos, vivencias, cátedras, alumnos, y entre otras, su vida profesional, para cumplir un privilegiado sueño; la disciplina de estudio y de investigación, los costos, el tiempo para aprender otro idioma en lenguaje técnico, para integrarse a otra cultura, la tramitología para homologar el título, y, al comienzo, el aprieto para conseguir las visas de estudio que muchas veces impiden acceder a trabajos no académicos en el país de acogida,  en los que a algunos les satisface señalar a nuestros académicos de venir de la tierra de Escobar, como si aquí los mafiosos fueran legión, ¿será?; y en ese contexto, hasta el temor a producir teoría divergente, con bajas probabilidades de publicarla en las revistas indexadas nacionales, porque enseguida lo tacharían, hasta sus pares, en términos belicistas, de ser insurgente, como al profesor Beltrán, y no, a lo Fals Borda, lo aclamarían, por intentar ‘subvertir el orden establecido’ para transformar el mundo.

Todo ese esfuerzo, inversión, disciplina y dificultades, para que venga un ‘Blacaman de la Politique’ a venderle ilusiones, con engaños, a la clase trabajadora bogotana, y tiene la cachaza de intentar limpiar la mentira de un brochazo, en la sociedad de la información y el saber, como si pudieran recoger la historia, en el doble pensar, del Ministerio de la Verdad, que profetizó Orwell en 1984. No se vale. Doctor no es cualquiera, así sea la celebridad de los mass media, provenga de las élites excluyentes o sea el alcalde de la capital.

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